TOMEU TERRASA
La receta de siempre "sacrificio a espuertas, una presión colosal e inteligencia a la hora de dosificar sus ocasiones de gol" colocan al Mallorca en la posición de siempre: líder de una liga que empieza a sacar punta a la cúpula de la clasificación porque cada vez caben menos en la cumbre; y el Real Madrid, uno de los aspirantes a conquistarla, deberá conformarse con ver el cielo desde la ladera.
Un gol de Ibagaza y otro en propia puerta de Sanchís disiparon ayer cualquier atisbo de duda. El orden venció el pulso al ingenio. El trabajo durante noventa minutos pudo con los segundos de inspiración, la garra estranguló al desequilibrio. Obreros de rojo ganan a superestrellas vestidas de blanco. Es la grandeza del fútbol. Después de una victoria valiosa e inapelable, el Mallorca está más cerca de conseguir una permanencia de la que ya sólo habla Cúper. Si algo dejó claro el encuentro de ayer es que la propiedad de la liga no está escrita de antemano. El título será de quien lo gane y, mientras el Celta no diga lo contrario, nadie tiene en estos momentos más números para hacerlo que ese equipo humilde que baja la voz para hablar de liderato.
La batalla por el primer puesto de la clasificación comenzó a dilucidarse a los diez minutos de juego, cuando Ariel Ibagaza reivindicó más estima al aprovechar un rechace de Illgner y marcar. Era el primer peldaño en la escalera hacia el cielo. Manolo Sanchís colocaría el segundo con un autogol al tratar de despejar un balón envenenado de Lauren. Que los grandes se marquen en propia puerta en el Lluís Sitjar es ya una tradición instaurada por Sergi con la visita de un Barcelona herido por la Supercopa. Dos ocasiones y dos goles. El grupo de Cúper empezaba a desquiciar a un Real Madrid perdido en discusiones horizontales carentes de profundidad.
Sin embargo el aspirante a líder volvió a meterse en el partido cuando una progresión de Guti permitió a Raúl servir un balón de oro a Seedorf, que el holandés alojó en la red sin que nada pudiera hacer Roa. Fue el único momento amargo en la tarde del cancerbero argentino, que volvió a erigirse en la mejor baza de Cúper dentro del campo con prodigiosas intervenciones que confirman, por si no lo habían hecho todavía, su condición de figura estelar. El equipo de Hiddink comenzó a diluirse y, las pocas veces que pisó área, se encontró con el impecable concurso de ese guardameta que Lorenzo Sanz dice no querer. Así se fraguó un triunfo que vale tres puntos y un liderato.
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