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T. TERRASSA
M. ALZAMORA
J. TORRES
ENVIADOS ESPECIALES A OLOMOUC
La sonrojante experiencia sufrida a manos de un simpático grupo de rubios noruegos en la antesala de la Liga de Campeones obró ayer sus primeros efectos secundarios. Con el trauma de aquella eliminación enquistado en el ánimo, el Real Mallorca saltó al Ander Stadium, un coqueto campo ubicado en un bellísimo paraje montañoso, dispuesto a comerse el césped. El Molde ya es historia y nadie más le iba a tocar la moral a este equipo herido en el orgullo que ha comenzado el curso cargado de interrogantes, instalado demasiado pronto en la sospecha. Un subcampeón de una Recopa de Europa no merece tener que dar tantas explicaciones en tan poco tiempo, por eso Vázquez y sus jugadores se conjuraron para convertir su estancia en Olomouc en una terapia de grupo. Si Molde era sinónimo de hundimiento, Olomouc iba a significar la rehabilitación.

El Mallorca tardó apenas doce minutos en empezar a restaurar su honor. Un saque de falta botado por Stankovic "el serbio dio en Chequia clases particulares de eficacia a balón parado" propició que Engonga propinara un zapatazo desde fuera del área que mandó el esférico al fondo de la red con la involuntaria colaboración de un defensor del Sigma. Ahí murió el terrorífico «Síndrome de Molde». Viéndose muy capaz de marcar en campo contrario, el Mallorca recuperó la convicción, la seguridad y la alegría. O sea, el control del partido. Algo cojo de la banda derecha, el equipo basculó su ataque hacia la izquierda, perfectamente conducido por un Miquel Soler que está viviendo, sin el menor atisbo de duda, su segunda juventud.

El sosiego que da saberse superior al rival le permitió al grupo de Vázquez desplegar un fútbol reflexivo, donde las pausas y los cambios de ritmo se imprimían con criterio. El Mallorca se hizo con el encuentro con la eficacia de un experto. El asunto pudo haber quedado totalmente finiquitado antes de la media hora de juego, cuando Tristán dispuso de una magnífica ocasión elaborada por Engonga, pero no acertó a controlar el balón. La oportunidad de ingresar su primer gol continental en el currículum le llegó al Sevillano a los siete minutos de la segunda parte, cuando recogió un medido servicio del inconmensurable Soler para marcar a placer. A parte de marcar goles, el Mallorca hizo otras muchas cosas muy bien. El trabajo en cobertura de Nadal y la felina condición de Germán Burgos crearon mil problemas a la voluntariosa delantera del Sigma, que tuvo en Kobylik y Vicek a sus principales puntales.

El Mallorca disfrutaba tanto de su juego que ni siquiera se despeinó cuando su rival checo acortó distancias con un gol celebrado con gran alborozo. Un 1-2 seguía siendo una excelente renta de cara a afrontar la liquidación total en Son Moix. Y fue mucho más excelente aún cuando Stankovic volvió a entrar en escena con sus lecciones de estrategia. El serbio ejecutó con su maestría habitual un saque de falta y el balón se alojó por la escuadra en el fondo de la red. Ahí, con el guardameta Havel como espectador de primera línea, acabó definitivamente todo. O empezó, según se mire. El Mallorca de Fernando Vázquez ha iniciado un proceso de regeneración que técnico y jugadores quieren consolidar. Los tres goles de Olomouc encerraron en un baúl los temores de un equipo que empezaba a axfisiarse en sus propias urgencias. Hoy el Sigma ya pertenece al pasado. Como el Molde.