Alkiza pugna por un balón con el delantero del Mallorca Carlos. | A.G.

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Leo Franco tardó menos de media hora en cobrar un papel estelar en el encuentro. El hispanoargentino se niega a abandonar la titularidad que le cayó del cielo cuando Burgos noqueó al españolista Serrano y ayer volvió a defender su puesto de trabajo con otro tipo de guantazos. El cancerbero bermellón supo poner las manos en su sitio deteniendo un penalti mal lanzado por Larrazábal y peor señalizado por Esquinas Torres, que interpretó con una pena máxima una carga inexistente del propio Franco sobre Alkiza. Aquélla fue la acción que marcó el comienzo de un encuentro delirante.

Del posible 1-0, el decorado giró 180 grados al 0-1 en apenas un minuto por obra y gracia de Tristán. El sevillano recobró ese duende que encandiló a Europa en el Amsterdam Arena, trazó un magistral recorte y culminó sin despeinarse una acción personal con un disparo ajustado al palo. Imanol sólo acertó a ver pasar el balón. El Mallorca se encontraba francamente a gusto. Mandaba en el marcador, pero también en el encuentro y sometía sin excesiva dificultad a un Athletic con una cierta capacidad de maniobra en el centro del campo, pero muy embarullado cada vez que contemplaba de cerca el área rival.

El grupo de Vázquez la tocaba con criterio y con la tranquilidad que da saber que Franco habita bajo los palos. Cada error de la defensa rojilla era subsanado con brillantez por el hispanoargentino, que volvió a doctorarse a los diez minutos de la segunda parte cuando realizó un extraordinario paradón a un disparo a bocajarro de Etxeberría. Ante la evidencia de que el paso del tiempo no obraba cambios en el marcador, Luis Fernández sucumbió al clamor de las gradas, se guardó sus principios en el bolsillo y dio entrada a Julen Guerrero.

La presencia del centrocampista no obró ninguna revolución táctica, pero al menos sirvió de talismán: dos minutos después Tristán erraba un penalti cometido por Felipe sobre Olaizola y, en una acción inmediatamente posterior, el Athletic estableció el empate con un gol en propia puerta del sevillano. Nunca olvidará Tristán su encuentro de ayer en San Mamés. Francamente hizo de todo. Con el empate en el marcador, el partido dio paso a una fase vibrante y bonita. El balón circulaba rápido y vertical hacia ambas áreas provocando una sucesión de ocasiones que pudieron haber decantado el guión para cualquiera de los dos rivales. Sin embargo todo el bagaje ofensivo se redujo a simples intenciones secundadas por la fortuna de Imanol y el buen oficio de Franco.