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Si la llegada de Lou Roe ha variado sustancialmente el perfil y el dibujo del Inca, el grupo de Olmos se enfrenta con poco tiempo y un buen puñado de exigencias a un doble reto: cambiar rádicalmente el discurso adaptando su baloncesto a una pareja foránea que nada tiene que ver con la que abrió el curso y desprenderse de la etiqueta perdedora que pasea desde que se inició la segunda vuelta de la fase regular. Los números señalan al cuadro mallorquín como uno de los peores equipos de la segunda parte de la Liga. De hecho, su hoja de servicios "8 derrotas en once partidos" sólo es equiparable a las que han firmado los dos últimos clasificados, Abeconsa Ferrol y el colista Ulla Oil, que al igual que el Inca, han ganado tres de los últimos once partidos que han disputado.

El déficit es tan enorme como preocupante, aunque la solución parece ir íntimamente ligada a la capacidad del equipo para asumir el nuevo manual. Acostumbrado a vivir en el perímetro, la salida de Roman Rubchenko ha originado una confusión industrial. Quedó patente en el clásico balear de Liga LEB, aunque también era algo previsible. Roe sedujo a la grada en poco tiempo, pero el Inca agotó su crédito cuando el Menorca cortó el suministro. Jugadores como Nacho Yáñez, Albert Roure o el propio Luis Merino deben asumir que se ha elevado su graduación. Ahora tiene más galones, básicamente porque son los tres únicos hombres exteriores del equipo.

Jeff Chambers es un caso a parte. Anárquico a más no poder ante el Menorca Bàsquet, el estadounidense acumula méritos más que suficientes para reducir su tiempo en la pista. No obstante, llueve sobre mojado. Fichado como cinco, Chambers nunca se ha acomodado en esta posición y su tendencia a alejarse del aro no hace otra cosa que reducir la productividad del equipo. Tras la contratación de Lou Roe, Paco Olmos tiene claro que su otro extranjero debe moverse también dentro de la pintura, pero la teoría poco tiene que ver con la realidad. Es otro cabo suelto.