La empresa Sekisui la tiene en nómina, «con un gran sueldo pero
liberada de cualquier trabajo que no sea el atletismo», según
fuentes niponas. Takahashi respondió ayer a la confianza de sus
jefes con una carrera ejemplar, controlada a su antojo desde el
principio.
Cumplida la primera hora de carrera, Takahashi y su compatriota
Ari Ichihashi decidieron romper el grupo. Las dos se fueron con la
rumana Lidia Simón. Por detrás quedaron la mexicana Adriana
Fernández y la keniana Esther Wanjiru.
Un parcial de 16:30 entre el km. 20 y el 25 sirvió a Takahashi
para castigar las piernas de Simon, una adversaria temible si se
llega con ella al último kilómetro. En el 26 desistió Ichihashi y
la carrera devino en un duelo rumano-japonés. Por detrás progresaba
la keniana Joyce Chepchumba y perdía terreno Fernández.
Takahashi se quitó las gafas y desató en el km. 35 el ataque
decisivo que le valió el oro. Simón no tuvo respuesta a la
interpelación nipona y pasó momentos de apuro, aunque se recuperó
después.
La rumana resucitó a tiempo de llenar de congoja el corazón de
los japoneses cuando irrumpió en el estadio sólo 120 metros por
detrás de Takahashi y por momentos, durante una larga vuelta a la
pista, soñó con cazarla. El recuerdo de la tragedia de Tokio'64
sobrevoló el estadio.
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