La selección española de balonmano jugará los cuartos de final, frente a Alemania o Rusia, pese a perder en la última jornada de la primera fase frente a Suecia por un solo gol (27-28), en donde volvió a caer en crisis en los minutos finales. En ataque los españoles lo bordaron. La primera línea lanzó con eficacia, apenas perdió balones y distribuyó juego a sus extremos y pivote. La perfección es imposible pero España machacaba a los campeones del mundo. Por cierto que Barrufet, bajo los palos, se unió al festival.
Una máxima diferencia de 5 goles en 12 minutos (9-12) obligó al seleccionador sueco, Bengt Johansson, a algunos retoques en su equipo. El central del Granollers Lubomir Vranjes dejó su sitio a un más experimentado Magnus Andersson y Stafan Olsson, hundido en su lateral, fue asimismo relevado.
El navío español marchaba viento en popa. Sólo la duda de la resistencia física, imprescindible para aguantar ese ritmo infernal, podía estropear la situación. Para paliar, en parte, ese problema Juan de Dios Román dosificó a sus hombres con relevos y eximiendo a los más castigados del trabajo defensivo.
Esto desequilibró en cierta medida a España, que se marchó al descanso con una ventaja mínima (14-13). La pausa sentó de maravilla a las piernas de los jugadores españoles. El ritmo de juego brillante volvió y con ello el mando de las operaciones. Sin embargo el partido, como se esperaba, iba a tener como escenario definitivo su tramo final.
San David Barrufet evitó el desastre a tres del final y metió a España otra vez en el partido. Wislander y Dujshebaev, primer y segundo mejores jugadores del siglo, fueron los que se encargaron de soltar el brazo y anotar los goles que mantuvieron el equilibrio.
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