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El Mallorca ha pasado de convivir con el fracaso a moverse entre la elite en sólo catorce jornadas. El grupo de Luis Aragonés paseó sus miserias en el arranque de la competición "fue colista en la segunda, tercera y cuarta jornada" y ahora circula entre los mejores gracias a una rehabilitación cimentada sobre cinco ejes: la llegada de los olímpicos, los puntos conseguidos ante los tres grandes, la aparición de Ibagaza y Marcos en la zona de creación, la consolidación de la pareja Niño-Nadal y los goles logrados gracias a jugadas de estrategia.

La derrota en Bilbao marcó el punto de inflexión. Las dos dianas de Urzaiz sepultaron a los baleares y les acercaron al borde del precipicio. El Mallorca encajaba su tercera derrota consecutiva y seguía coleccionando decepciones. Sumaba tres jornadas como colista y empezaba a generar dudas. Fue entonces cuando aparecieron en escena los olímpicos. Nunca el regreso de dos jugadores "Samuel Eto'o y Albert Luque" fue tan esperado. En el primer envite ante el Rácing el catalán ya mejoró el aspecto del equipo rojillo. Marcó en su estreno y Aragonés agradeció su vuelta.

A partir de ese momento, los mallorquines se disparan. A pesar de que encaran compromisos de forma consecutiva ante los tres equipos más ilustres de la Liga, cogen impulso. Empatan en Riazor gracias a otro gol de Luque, agravan la crisis del Barça y se convierten en el primer conjunto que suma en su visita a Chamartín. Tras estos inesperados puntos, el Mallorca se instala en la novena posición e invierte su fortuna justo cuando alcanza la octava jornada.

La progresión coincide con el descubrimiento de Ibagaza "marca ante Barça y Madrid y abandera la explosión ofensiva de los mallorquines" y el ingreso de Marcos en el once inicial. El de Ciutat forma junto a Vicente Engonga en el círculo central y ofrece un abanico de opciones: roba, se ofrece y golea. La solidez del centro del campo se acentúa con la mejora de Finidi y la plantilla balear alcanza la quinta posición en la décima jornada.