Jennifer vio finalmente la luz después de un largo periodo de
oscuridad. A sus 24 años ha ganado su primer grande, quizás algo
tarde después de lo que apuntaba en sus comienzos, cuando se
convirtió en la más joven semifinalista en la historia del Grand
Slam en Roland Garros en 1990, y el tenis americano soñaba con
descubrir a la sucesora de Chris Evert, pero tiene tiempo
suficiente para prolongar la nueva carrera que ha iniciado en
Melbourne este año.
Capriati saltó de alegría al ganar el último punto de su
partido, con el que conseguía el décimo título de su carrera, un
resto demoledor sin contestación que dejó blanca a Hingis, luego se
echó la manos a la cabeza sin creérselo todavía y llorando corrió a
recibir el beso de su padre Stefano. Tras sentarse en su silla y
firmar el primer autógrafo como campeona al juez árbitro, Peter
Bellenger, conectó su teléfono móvil para hablar con su madre
Denise y su hermano Steven. «Oh, Dios mío», exclamó, «no puedo
creérmelo, estoy deseando regresar a casa para celebrarlo con
vosotros, os quiero», dijo.
En su discurso también hubo palabras emotivas. «Gracias Dios por
permitirlo, mi sueño se ha hecho realidad. Os quiero mucho a
todos», dijo al público que llenaba la pista.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.