TOMEU TERRASA
Punto y final. El Real Mallorca agotó su trayecto en la Copa del Rey. Sevilla es un escenario prohibido. La noche mágica por la que suspiraban las veintidos mil almas que se agolparon en Son Moix acabó convirtiéndose en una quimera. El grupo de Aragonés rubricó una función repleta de altibajos. A su fútbol le faltaron muchas cosas, aunque su entrega no admite demasiadas interpretaciones. Pero no fue suficiente. La puerilidad de algunos de sus futbolistas acabó añadiendo más gramos a la balanza y el partido acabó convirtiéndose en un simple tributo a lo imposible.
Azotado por el peso del que tiene el tiempo justo para escalar una enorme pendiente, el Mallorca abrió el partido quedándose en blanco. La enorme cantidad de revoluciones acumuladas en los minutos previos al momento de la verdad acabaron generando un efecto diametralmente opuesto al que exigía el guión. Aparentemente apático y sin demasiado ángel, el cuadro balear entregó la brújula al Celta sin oponer excesiva resistencia. El cuaderno de ruta no admite excesivas interpretaciones. En apenas un cuarto de hora, los visitantes botaron tres saques de esquina, Olaizola evitó el desastre despejando el balón sobre la línea de gol y Vicente Engonga, Lluís Carreras y Finidi George vieron la cartulina amarilla. Extraño inicio.
El Celta recuperaba el esférico con comodidad y el Mallorca se mostraba demasiado blando, casi ausente. Lluis Carreras alteró el discurso desaprovechando una excelente ocasión. Luque le sirvió un buen balón, pero el catalán disparó raso y descolocado. La acción anduvo cargada de una contraproducente misericordia, pero fue el inicio de la reacción. El cuadro balear empezó a mostrarse más solvente y trabajador en la zona de creación, se hizo con el balón y obligó al Celta a echarse hacia atrás. El intercambio de papeles no se tradujo en ocasiones, pero las sensaciones empezaron a ser distintas. Quedó claro que el equipo gallego reduce muchísimo sus prestaciones sin el balón. El juego se acomodó en campo visitante y un testarazo de Nadal marcó el camino a seguir. El central mallorquín remató de forma inapelable un corner botado por Luque.
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