El barcelonés obtuvo a sus 27 años el premio a su gran
constancia y por fin un título. Portas había salido de la durísima
fase previa del cuadro alemán, donde ganó sus dos partidos y acabó
ganando el título después de seis victorias en el principal. Vio
clara su gran oportunidad de salir del anonimato cuando derrotó a
Martin en cuartos, y sobre todo, al dejar K.O. al australiano
Hewitt en semifinales en el que calificó como «mejor partido» de su
vida. En la final número 50 entre españoles en el circuito, Ferrero
tuvo al alcance de su mano un título que le hubiera convertido en
el sexto jugador en la historia en ganar los títulos de Roma y
Hamburgo el mismo año, y el primero en lograrlo en dos semanas
consecutivas.
Después de perder el segundo set, Ferrero ganó nueve juegos
consecutivos para hacerse con el tercero por 6-0 y dominar el
cuarto 3-0. Portas parecía entregado pero no quiso ceder, ni
siquiera cuando Juan Carlos se colocó a sólo dos puntos de la
victoria final con 5-4 30-30 y saque del barcelonés. Conjurado este
peligro, Portas se rehizo para ganar esta cuarta manga en el
desempate, con una doble falta final de Ferrero que indicaba que su
brazo comenzaba a resentirse de tanto trabajo acumulado en las
anteriores semanas.
El quinto set fue épico, con los dos jugadores dispuestos a
dejarse la piel en cada punto, pero siempre fue Portas el que
dispuso de las mejores oportunidades. La oportunidad de Ferrero
estuvo en el séptimo juego cuando dispuso de tres bolas de ruptura,
pero Portas las abortó todas con una gran frialdad. Luego rompió el
saque de su rival, pero Ferrero recuperó al hacer lo propio al
siguiente. En el duodécimo, el catalán sentenció a la segunda
oportunidad y se estiró en la tierra para celebrarlo.
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