TW
0

JOSE ANTONIO DIEGO (EFE)
El estadounidense Maurice Greene resistió el ataque de Tim Montgomery y se proclamó por tercera vez consecutiva campeón del mundo de 100 metros con la mejor marca mundial del año (9.82) y tercera de la historia, al frente de un equipo estadounidense que copó todos los puestos del podio. Montgomery, encarnizado rival de Greene desde que empezó a entrenarse en el grupo de Trevor Graham junto a Marion Jones, se colgó la medalla de plata con 9.85 y Bernard Williams la de bronce con 9.94, mientras el trinitense Ato Boldon se quedaba, una vez más, a un paso del podio.

El respeto que le profesan a Greene sus rivales es tal, que uno tras otro fueron perdiendo los nervios y cometiendo salidas nulas. Primero fue Kim Collins, de San Cristóbal y Nieves, luego Ato Boldon y por último Montgomery, mientras el campeón mundial mataba la ansiedad repitiendo el ritual de sus gestos. Greene, con su cajón limpio de salidas falsas, fue el más rápido en abandonar los tacos de salida (132 milésimas), mientras que Montgomery, lastrado por su error, tardaba. 25 milésimas más, casi exactamente la diferencia que los separó en la meta. Su ambición de nuevo cuño condujo a Montgomery, campeón estadounidense, a presionar muy fuerte en los últimos metros a un Greene que empezó a cojear nada más llegar a la meta.

El anemómetro había fallado el sábado en los cuartos de final cuando marcaba 5'1 metros de viento contrario, pero la marca de Greene era real (9.88) y presagiaba algo grande, aunque finalmente no cayó el récord. El desafío planteado por Montgomery proporcionó a Greene la dosis de motivación que le faltaba. Greene, discípulo de John Smith, es el único velocista de la historia que puede presumir de ser el mejor en todas las facetas del esprint corto: es campeón y plusmarquista mundial al aire libre y en pista cubierta y tiene en su poder, además, el título olímpico. Maurice Greene, el único atleta de la historia que atesora todos los títulos y todos los récords del esprint corto, ha encontrado en Edmonton un rival irrespetuoso: su compatriota Tim Montgomery. Nunca había corrido tanto Maurice Greene en unos campeonatos del mundo y, sin embargo, nunca había tenido tan cerca a un adversario. Sólo tres centésimas separaron al renacido Montgomery de algo que le obsesiona: la medalla de oro.

A la cuarta salida, Greene abandonó los tacos en sólo 132 milésimas. Montgomery tuvo que ser precavido para no verse eliminado por una segunda salida nula y tardó 25 milésimas más que el campeón en ponerse en acción, justamente el lapso de tiempo que separó a los dos corredores en la meta. «Con la fuerza que tenía al final, todo lo que necesitaba hoy para obtener la victoria era una buena salida, pero no la he tenido», se lamentaba Montgomery. Greene sintió esta vez la incómoda presencia de un rival pisándole los talones en los últimos metros, en el espacio en que suele abrir un hueco tranquilizador sobre el resto. Llegó a la meta cojeando, con molestias en la pantorrilla izquierda, no en la rodilla que le había causado problemas la última semana.