El próximo sábado se cumplirán dos años de la noche más negra
vivida por el mallorquinismo. El tiempo ha acabado por dar la razón
al conjunto balear, que el día 25 ya conocerá a sus rivales en la
primera liguilla final de la Champions League. En el lugar del
crimen, y ante el provocador y prepotente Hajduk Split, gran parte
del vestuario, la masa social y la institución en definitiva, se
quitaron una espina que seguía en lo más hondo del sentimiento.
Costó poner fin a la pesadilla que perseguía como un fantasma, pero
la testa de Albert Luque apareció en el lugar y el momento más
adecuados. El de Terrasa despertó a un Son Moix que sólo dio
síntomas de ser un infierno gracias al tanto del que será jugador
del Real Madrid, y que pasará a la historia del fútbol mallorquín
con letras de oro. El escaso ambiente que la afición mallorquinista
brindó en las gradas parecía preocupante. El primer gol, aunque de
forma testimonial, lo marcó el Hajduk. Más bien su reducida pero
guerrera y colorista afición.
El Hajduk salió a lo que debía, mantener el resultado favorable
que traía del Poljud Stadium. Fue entonces cuando Krauss ordenó que
sus hombres buscaran desbordar por bandas a los croatas. Pero el
primer susto de consideración lo dio el cuadro de Gracan.
Presionantes, en una acción de Bilic hicieron buenas las
afirmaciones de su técnico al comentar que sus hombres saldrían a
marcar. Por fortuna, el esférico iba a parar a las manos de Leo
Franco. A la segunda, el futuro punta del Real Zaragoza dirigía el
esférico al exterior de la red. Esa ocasión fue secundada por los
primeros incidentes en la grada. Los seguidores croatas demostraron
ir pasados de revoluciones y la fuerza pública tuvo que tomar
posiciones. Pasado el primer cuarto de hora, el Mallorca mostró sus
garras e intentó acosar la meta de un Pletikosa flanqueado por una
zaga que se levantó como una muralla, por entonces, inexpugnable.
Nadal, tras un servicio de córner, gozó de la primera ocasión,
aunque el balón fue despejado en la línea de gol. Luque prosiguió
con el acoso en la siguiente acción. Comenzaba el acoso a las
huestes de Pletikosa.
Hasta que aparecieron dos hombres que definen. En el minuto 25,
Ibagaza robaba el esférico en el medio campo y servía un pase al
hueco a Samuel Eto'o, que se plantaba ante un Pletikosa que se
resignaba a ver el esférico en la red. Son Moix explotaba y se
respiraba aroma de Champions. El Hajduk se arrastraba por la hierba
y su rival estuvo a punto de apuntillar. En un final loco, Andric
puso a prueba a un Leo Franco que salvó la eliminatoria. Sin tiempo
para la tregua, Eto'o devolvía la moneda a los de Split, que
pasaban verdaderas dificultades para llegar al pitido final. Tras
la reanudación, la somnolencia envolvió a ambos conjuntos, con la
peligrosidad que el marcador tenía para los intereses rojillos. Los
dálmatas aprovecharon para tomar aire, y parecía que sólo podrían
hacer suyo el pasaporte a la Champions a través de una acción
puntual, pero letal, principalmente a pelota parada. El peso del
choque era del Mallorca, que veía correr el crono sin poder evitar
el alargar la agonía.
Bilic ponía en marcha la desafiante táctica de Gracan y los
suyos, que empezaron a abusar de la provocación con el fin de
descentrar a un Mallorca que optó por contagiarse, circunstancia
complicada. El grupo balear era dueño y señor del esférico, y
espoleado por su gente, no podía dejar que la historia le hiciera
una vez más la zancadilla. Nuevamente era salvado sobre la línea el
segundo gol, aunque la fortuna esquivaba a Fernando Niño en primera
instancia y a Eto'o en segunda. Carlos era el revulsivo. Uno de los
supervivientes de Molde tenía en su velocidad una de las claves.
Físicamente, los balcánicos no podían aguantar una prórroga. El
sevillano revolucionó el envite, con la cabeza en el túnel de
vestuarios de Split. Ibagaza se fundía y Krauss tiraba de Albert
Riera. Cada vez quedaba menos tiempo y los cartuchos se agotaban
angustiosamente. Bilic perdonaba la vida a siete minutos para el
final de un tiempo reglamentario. De nada le sirvió el tiempo de
prolongación al conjunto de Nenad Gracan. Albert Luque remataba de
cabeza un preciso servicio de Carlos desde la banda derecha, con lo
que el gol más importante de la historia del club mallorquinista
subía al marcador de un Son Moix que se caía. La Champions era una
realidad y el Hajduk Split, sin capacidad de reacción y noqueado,
parte del pasado. Lo de Molde, también. La invasión de campo era un
alegre epílogo.
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