La hinchada del Mallorca festejó como nunca la victoria de su equipo. Foto: TOMÁS MONSERRAT

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El próximo sábado se cumplirán dos años de la noche más negra vivida por el mallorquinismo. El tiempo ha acabado por dar la razón al conjunto balear, que el día 25 ya conocerá a sus rivales en la primera liguilla final de la Champions League. En el lugar del crimen, y ante el provocador y prepotente Hajduk Split, gran parte del vestuario, la masa social y la institución en definitiva, se quitaron una espina que seguía en lo más hondo del sentimiento. Costó poner fin a la pesadilla que perseguía como un fantasma, pero la testa de Albert Luque apareció en el lugar y el momento más adecuados. El de Terrasa despertó a un Son Moix que sólo dio síntomas de ser un infierno gracias al tanto del que será jugador del Real Madrid, y que pasará a la historia del fútbol mallorquín con letras de oro. El escaso ambiente que la afición mallorquinista brindó en las gradas parecía preocupante. El primer gol, aunque de forma testimonial, lo marcó el Hajduk. Más bien su reducida pero guerrera y colorista afición.

El Hajduk salió a lo que debía, mantener el resultado favorable que traía del Poljud Stadium. Fue entonces cuando Krauss ordenó que sus hombres buscaran desbordar por bandas a los croatas. Pero el primer susto de consideración lo dio el cuadro de Gracan. Presionantes, en una acción de Bilic hicieron buenas las afirmaciones de su técnico al comentar que sus hombres saldrían a marcar. Por fortuna, el esférico iba a parar a las manos de Leo Franco. A la segunda, el futuro punta del Real Zaragoza dirigía el esférico al exterior de la red. Esa ocasión fue secundada por los primeros incidentes en la grada. Los seguidores croatas demostraron ir pasados de revoluciones y la fuerza pública tuvo que tomar posiciones. Pasado el primer cuarto de hora, el Mallorca mostró sus garras e intentó acosar la meta de un Pletikosa flanqueado por una zaga que se levantó como una muralla, por entonces, inexpugnable. Nadal, tras un servicio de córner, gozó de la primera ocasión, aunque el balón fue despejado en la línea de gol. Luque prosiguió con el acoso en la siguiente acción. Comenzaba el acoso a las huestes de Pletikosa.

Hasta que aparecieron dos hombres que definen. En el minuto 25, Ibagaza robaba el esférico en el medio campo y servía un pase al hueco a Samuel Eto'o, que se plantaba ante un Pletikosa que se resignaba a ver el esférico en la red. Son Moix explotaba y se respiraba aroma de Champions. El Hajduk se arrastraba por la hierba y su rival estuvo a punto de apuntillar. En un final loco, Andric puso a prueba a un Leo Franco que salvó la eliminatoria. Sin tiempo para la tregua, Eto'o devolvía la moneda a los de Split, que pasaban verdaderas dificultades para llegar al pitido final. Tras la reanudación, la somnolencia envolvió a ambos conjuntos, con la peligrosidad que el marcador tenía para los intereses rojillos. Los dálmatas aprovecharon para tomar aire, y parecía que sólo podrían hacer suyo el pasaporte a la Champions a través de una acción puntual, pero letal, principalmente a pelota parada. El peso del choque era del Mallorca, que veía correr el crono sin poder evitar el alargar la agonía.

Bilic ponía en marcha la desafiante táctica de Gracan y los suyos, que empezaron a abusar de la provocación con el fin de descentrar a un Mallorca que optó por contagiarse, circunstancia complicada. El grupo balear era dueño y señor del esférico, y espoleado por su gente, no podía dejar que la historia le hiciera una vez más la zancadilla. Nuevamente era salvado sobre la línea el segundo gol, aunque la fortuna esquivaba a Fernando Niño en primera instancia y a Eto'o en segunda. Carlos era el revulsivo. Uno de los supervivientes de Molde tenía en su velocidad una de las claves. Físicamente, los balcánicos no podían aguantar una prórroga. El sevillano revolucionó el envite, con la cabeza en el túnel de vestuarios de Split. Ibagaza se fundía y Krauss tiraba de Albert Riera. Cada vez quedaba menos tiempo y los cartuchos se agotaban angustiosamente. Bilic perdonaba la vida a siete minutos para el final de un tiempo reglamentario. De nada le sirvió el tiempo de prolongación al conjunto de Nenad Gracan. Albert Luque remataba de cabeza un preciso servicio de Carlos desde la banda derecha, con lo que el gol más importante de la historia del club mallorquinista subía al marcador de un Son Moix que se caía. La Champions era una realidad y el Hajduk Split, sin capacidad de reacción y noqueado, parte del pasado. Lo de Molde, también. La invasión de campo era un alegre epílogo.