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El resumen numérico que presenta el Real Mallorca en este arranque del campeonato liguero no puede ser más desalentador. Un gol en seis partidos y cuatro puntos en el casillero son un bagaje excesivamente pobre para un equipo acostumbrado a navegar entre la abundancia y el orgullo deportivo.

Sin embargo no hay que rebuscar hasta la extenuación en la hemeroteca para encontrar un precedente similar. La temporada pasada, sin ir más lejos, el grupo balear andaba también entre dudas y tentando las zonas de descenso. Después de seis jornadas, por aquel entonces con Luis Aragonés, el Mallorca sumaba cinco puntos, ocupaba la posición decimoséptima y la capacidad del técnico de Hortaleza se había puesto en tela de juicio. Ahora la historia se repite aunque hay matices que es de justicia resaltar. De entrada Bernd Krauss ha debido amoldar su fútbol a un equipo planificado por la secretaría técnica y que ha confiado prioritariamente en el bloque del año pasado.

Sin embargo el equipo ha vivido, prácticamente desde el primer día, situaciones traumáticas y difíciles de manejar. Desde la presión de arrancar una pretemporada corta y con la exigencia de superar al Hajduk Split pasando por un rosario de lesiones que desde el primer día ha mermado de manera importante el potencial del conjunto balear. A todo esto hay que unir un factor que desde todos los puntos de vista se presenta como determinante. Estar en la Champions ha restado más que sumado y el equipo no ha sido capaz de alternar Europa con el campeonato doméstico. Lo que debía ser una competición añadida, ya que la Liga era lo que verdaderamente importaba, el equipo ha vaciado todo su arsenal de virtudes en la Liga de Campeones circunstancia que ha repercutido muy negativamente en la competición regular. Los balones divididos suelen acabar en los pies de los contrarios, se llega casi por casualidad a la meta rival y la incapacidad de superar situaciones adversas, como el recibir un gol en contra, se antoja misión imposible.

Mentalmente el grupo está agotado, ha perdido la confianza de años anteriores y el orden que exhibía casi por norma, hoy por hoy, ha dejado de ser el gran recurso que hacía servir el plantel para llegar a desesperar a los rivales. Puntualmente hay otros factores también determinantes. Se ha prescindido de Carlos Roa, se traspasó a Finidi, también a Armando, y Carreras dijo igualmente adiós. Estas operaciones económicamente han sido importantes pero deportivamente están resultando fatales. Los sustitutos no han llenado los vacíos existentes y la planificación de la temporada ha quedado en entredicho y bajo sospecha. Además los jugadores determinantes se ausentan continuamente por lesiones o sanciones. La situación es muy delicada.