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En 2003 y después de una inversión que inicialmente debe alcanzar los 337 millones de pesetas, Inca dispondrá de una piscina cubierta. Tendrá una superficie de 25x18 metros y un lateral con gradas para albergar a 1.500 personas. Además, una cúpula movible que permitirá que la piscina pueda ser descubierta durante el verano. Esta nueva instalación dotará la capital de es Raiguer de una infraestructura envidiable e incluso equiparable a la de cualquier municipio sensibilizado con la práctica deportiva.

No obstante, detrás de esta política faraónica se acumulan excesivos interrogantes. El actual equipo de gobierno construye, pero parece haberse olvidado de varios aspectos fundamentales: el mantenimiento de las instalaciones, su equipamiento y como optimizarlas. Durante el 95, el alcalde Pere Rotger inauguraba el Palau d'Esports d'Inca y seis años después todo sigue igual. Dejando al margen la funcionalidad del pabellón "mínima", las mejoras que ha experimentado la instalación más emblemática de Inca se reducen a un centenar de asientos de plástico ubicados en las dos tribunas inferiores. Ni ginmasio, ni despachos, ni una enfermería equipada con material de reanimación. Nada de nada a excepción de suciedad.

El pasado viernes, en el transcurso de un partido de baloncesto (Drac Inca-Cajasur de Córdoba), los casi dos mil aficionados que presenciaban el partido fueron testigos de un incidente esperpéntico. Con el partido en juego, uno de los marcadores electrónicos del Palau empezó a lanzar un pitido ensordecedor y minutos después se apagaba. El encuentro tuvo que interrumpirse durante algo más de un cuarto de hora. Un electricista que casualmente se encontraba entre el público tuvo que reparar el problema. Lo curioso es que no es la primera vez que ocurre y que los propios técnicos municipales advierten que puede repetirse en cualquier momento.

Los problemas de iluminación también son constantes y fuentes consultadas por esta redacción coincieron en señalar que «el problema del Palau es de mantenimiento. El marcador, por ejemplo, necesita ser revisado por técnicos especializados y lo que se viene haciendo desde hace años es poner parches y más parches. Cualquier día dejará de funcionar». El marcador electrónico no deja de ser una triste anécdota en una instalación que ha quedado totalmente desfasada y obsoleta. Fue inaugurada a lo grande y después cayó en el más absoluto olvido.