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70 TENERIFE: (16+18+14+22): Reynés (4), Savane (6), Lewis (18), Diego Sánchez (5) y Carlos Martínez (7) "cinco inicial". Del Tío (6), Yuse García (0), Sabaté (6), Franco (10) e Iván Rodríguez (8). 18/33 en tiros de dos puntos. 8/31 en tiros de tres puntos. 10/16 en tiros libres. 33 rebotes (24 en defensa y 9 en ataque). 22 faltas personales.
53 DRAC INCA: (6+12+12+23): Grimau (5), Bordas (5), Willy Villar (7), Alzamora (2) y Stuckey (11) "cinco inicial". Navalón (7), Puyada (2), Green (14), Montañana (0). 13/41 en tiros de dos puntos. 5/18 en tiros de tres puntos. 12/19 en tiros libres. 40 rebotes (25 en defensa en defensa y 15 en ataque). 20 faltas personales.
Àrbitros: Carlos Mauri y Pérez Niz. Excluyeron por cinco faltas personales al jugador local Diego Sánchez. Castigaron con una falta técnica a Javier Franco y con una falta antideportiva a Willy Villar.

ALBERT ORFILA
El Drac Inca más patético del curso cobró forma en Tenerife. Es el Santiago Martín un escenario históricamente adverso para el cuadro mallorquín. En el cambio de isla siempre ha salido escaldado, pero la dimensión que adquirió la derrota de anoche no tiene parangón. En plena abullición del carnaval, asunto de estado mayor en Tenerife, el cuadro de Oliete buscó en el armario y escogió un atuendo esperpéntico. De hecho, podría decirse que jugar peor de lo que lo hizo el Drac Inca es casi imposible.

No deja de llamar la atención la capacidad que tiene este equipo para confundir al personal. Si hace 15 días agasajaba a su hinchada con un desfile militar ante el Ulla Oil, su reencuentro con la competición oficial no dejó de ser un guiño al mal gusto, al más espantoso de los ridículos. Topó el Inca con un rival sin un discurso excesivamente convincente, pero a base de acumular errores y más errores, entregó todas las armas en un abrir y cerrar de ojos. Una rendición en toda regla e impropia de un equipo profesional.

La apertura mallorquina resultó espantosa. En apenas cinco minutos había encajado un parcial de 11-0. El Inca se quedó lelo. Refugiado casi siempre en una defensa zonal, el equipo balear logró reducir las prestaciones ofensivas del Tenerife, pero el problema estaba en la falta de equilibrio. El trabajo defensivo era aceptable, pero el ataque no dejaba de ser un cúmulo de despropósitos. En casi todos los movimientos estáticos, los mallorquines ni tan siquiera llegaban a lanzar a canasta. Entregaban el balón al contrario, quien machacaba al contragolpe. El 34-18 con el que se llegó al descanso resultó premonitorio.

Si los antecedentes dicen que al Drac Inca le agrada convertir sus partidos en misiones imposibles, esta vez no fue así. Su arranque en la segunda parte resultó igual de blanda. Las pérdidas de balón eran contínuas, y sólo el escaso acierto local desde la línea de 6.25 evitaba que las rentas se dispararan de una forma alarmante.

Lo más interesante que logró el cuadro de Oliete en el inicio del tercer cuarto fue un simple intercambio de canastas. No convenía en absoluto, pero por lo menos evitó que la renta local no se disparara de una forma brutal. Justo en el ecuador de este período, una canasta de Grimau quebró esta dinámica y puso a su equipo 14 puntos abajo (39-25), pero un nuevo cuñado de frivolidades agrandó la distancia entre uno y otro en el electrónico (46-25). Convertido el último cuarto en algo absurdo e innecesario, los mallorquines aprovecharon para empeorar algo más su estadística y totalizar 30 pérdidas de balón.