12/05/02 0:00
Carlos Martínez
Noche de infarto. En un partido de transistores, sobresaltos y
resurrecciones, el Mallorca transitó más de una hora en el
infierno. Hundido en el descanso, perdía en Son Moix y ganaba Las
Palmas en Anoeta, los de Llompart apelaron a la calidad y se
encomendaron a su mejor hombre, Ibagaza, que con una rosca
magistral, enviaba el balón a la escuadra y abría una puerta a la
esperanza. Fue la clave de una agónica salvación.
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