No muy lejos en el tiempo queda la disputa por el subcampeonato,
antesala de la que debía haber sido la temporada más gloriosa en
las casi nueve décadas de vida del Real Mallorca. El tiempo se
encargó de poner en su sitio a un proyecto carente de instinto de
renovación y al que le vino grande moverse entre lo más selecto del
balompié europeo, y por consiguiente, mundial. Doce semanas
incrustado en las posiciones de descenso directo son demasiado
tiempo para un vestuario con fondo ganador y espíritu de grande.
Han sido ochenta y cuatro días en los que la incertidumbre ha
volado sobre la planta noble de Son Moix y en los que el seguidor
ha visto como el crecimiento imparable de un modesto se veía
frenado en el mismo instante en que el crédito se le agotaba a la
generación que más gloria ha acumulado para el club estandarte del
fútbol balear.
Acostumbrado a volar alto desde que Tomeu Llompart devolviera a
los rojillos a un hábitat del que parecían haber sido desterrados
de por vida, los integrantes de la plantilla profesional han debido
capear un temporal clasificatorio aliñado con una buen número de
disgustos ajenos a la competición doméstica. La euforia de la
clasificación para la Liga de Campeones dejó en un segundo plano el
ridículo del estreno ante Las Palmas (0-3). Fernando Vázquez
mostraba las carencias de un equipo que empezaba a hacerse a la
idea del mal sueño que aguardaba en unos meses que debían ser para
recordar y que más de uno querrá depositar bien escondidos en el
fondo del armario de la memoria.
Era el primer susto y el aviso para Bernd Krauss, al que un
solitario gol de Samuel Etoo dio vida en San Mamés. Por entonces
"segunda y tercera jornada", el Mallorca tocaba techo y firmaba su
mejor posición en la tabla. El décimosegundo lugar sabía a poco a
un vestuario mal habituado y que empezaba a morder el polvo tras
una larga bonanza. Fueron dos semanas en la cumbre y seis
consecutivas alejados del sabor de las victorias. La puntilla a una
situación que de forma prematura se antojaba insostenible la ponía
el Schalke, que por esas cosas del destino conseguía un 0-4 en Son
Moix que noqueaba a un Mallorca malherido en la Champions y
agonizante en la Liga. Alemany y la cúpula regente debían hacer
frente al segundo cese "si lo de Mario Gómez puede definirse de
esta manera" y a la primera decisión de trascendencia.
Ganar al Rayo en Son Moix sirvió de poco a Sergio Kresic en su
debut. El siguiente sonrojo en El Sadar (4-0) y una insípida
victoria ante el Tenerife sacaban del pozo al Mallorca tras mes y
medio condenado a ocupar una de esas tres plazas en las que nadie
quiere verse abocado cuando cae el telón de la temporada. Si los
números no salían en el campo, parece que poco menos en los
despachos. Un error más burocrático que técnico acabó de condenar
al cuadro balear en Highbury ante el Arsenal, pero la reacción
parecía llegar. El Mallorca de Kresic recuperaba las constantes
vitales a medida que el 2001 se agotaba. Un noviembre para la
esperanza dejaba a los rojillos relativamente lejos de la zona de
peligro. La décimotercera plaza cuadró con el segundo pico de forma
del equipo, al que le esperaba una reedición del drama europeo ante
el desconocido Slovan Liberec.
Pero antes hubo tiempo para recrearse ante toda España. Ante los
grandes "a excepción del encuentro del Camp Nou" fue cuando el
Mallorca volvió a dar señales de vida. Durante muchos minutos se
aparecieron el espíritu y la huella que Luis Aragonés dejó en la
caseta, y ante el Deportivo llegó el momento de máxima eclosión. Un
Luque excepcional acercaba más a sus expectativas en la
clasificación al Mallorca y lideraba a un equipo que recordaba a
todas luces al que maravilló durante cuatro temporadas de ensueño.
El empate en Mestalla, feudo del que a la postre sería campeón de
Liga, y el frío reencuentro con la realidad en casa ante el Málaga
acercaron un poco más la pesadilla, un mal sueño del que el Córdoba
hizo despertar al grupo de Kresic. Sin Copa y con la resaca
navideña presente, Tote hurgaba en la herida de un equipo que
afrontaba un nuevo tramo de descenso en su particular rompepiernas
liguero.
El tránsito entre la primera y la segunda vuelta se vivió en la
antepenúltima posición, dejando además que Las Palmas jugara a su
antojo con un oponente al que se le empezaba a notar un cansancio
que iba a pasar más factura si cabe. Losada pareció ser la solución
a todos los males, permitiendo al Mallorca asomar la cabeza, aunque
el festival de Mendizorroza (0-4) dió paso a cinco jornadas que
llevaron al equipo a su peor clasificación tras una bochornosa
derrota "por idéntico resultado" en casa ante el Sevilla. Penúltimo
y deshauciado, el Mallorca resucitó ante Rayo y Osasuna, aunque la
dinámica hacía echar un vistazo a la cola. Deportivo y Betis
dictaron sentencia a Kresic y devolvieron a Tomeu Llompart a la
labor que le parece encomendada en la institución: buscar el
milagro.
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