La novena provocó sensaciones encontradas en Mallorca, donde ambas
aficiones se dieron cita en pocos kilómetros, suficiente espacio
para que las alternancias en el marcador hicieran que la alegría
fuera cambiando de bando.
Nunca un error provocó tantos sobresaltos en tan poco tiempo de
juego. Un inocente disparo de Raúl doblaba los guantes de un Butt
que se convirtió en el antihéroe de Hampden Park. La euforia se
adueñaba de los que se quedaron en Ciutat. Bares y peñas
madridistas explotaban. El madridismo hacía aflorar los
sentimientos contenidos tras quedarse sin los dos primeros títulos
del Centenario "Liga y Copa". La confianza previa al kick-off
adquiría forma y los nervios empezaban a comparecer.
Poco duró la alegría, que cambió de bando. S'Arenal, feudo de la
colonia germana y epicentro de actuación de la hinchada del Bayer
Leverkusen, tomaba el relevo. Cerveza, alegría al más puro estilo
alemán y pasión desbordada tomaron las calles más emblemáticas en
el pequeño mundo teutón.
Fueron los primeros cuarenta y cinco minutos más cargados y
menos recomendables para la salud cardíaca, pero los más
agradecidos para la vista. Zidane devolvía la ilusión con un remate
imposible, el que valía una Liga de Campeones que se convirtió en
un suplicio de doble filo. La decepción se coló en el seno de la
colonia germana, mientras que la parroquia blanca tomaba rumbo
hacia Joan Carles I y las calles de Ciutat.
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