Paraguay llegó al Mundial en un magnífico estado de forma y con
la moral por los aires. Las tres victorias que había conseguido en
los últimos tres amistosos que disputó -ante Suecia en Estocolmo y
ante respectivos equipo japoneses en Matsumotohabían restañado las
heridas abiertas tras la abultada derrota ante Inglaterra en
Liverpool por 4-0, que mereció un duro reproche de la prensa y los
aficionados paraguayos, que centraron sus críticas en Maldini.
Lo cierto es que, una vez que el técnico italiano pudo contar
con todos los jugadores, tras concluir las competiciones de clubes
en las que estaban inmersos, se pudo conformar el bloque y los
resultados no se demoraron. Quedaba, sin embargo, la reválida, la
competición. Sudáfrica también llegaba en buena forma y con moral,
pero parecía un rival al alcance de los guaraníes.
El 2-0, con goles de Roque Santa Cruz y «Chiqui» Arce, parecían
garantizar la victoria, pero los paraguayos no dieron la talla en
el tramo final y Sudáfrica logró un merecido y doloroso empate.
La victoria estuvo tan cerca que la igualada tuvo aroma de
derrota. Pasado el disgusto, sin embargo, los paraguayos han
asumido que, a tenor del calibre de las sorpresas que se han
producido hasta el momento, sumar un punto no es un mal resultado
para empezar la competición. Con la condición de que sea el último
fallo. Esa es la convicción que están adquiriendo los defensores de
la «albirroja», que afrontan el encuentro ante España con muchas
ganas de repetir al menos el empate de Francia 98.
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