La localidad de Campos es uno de los puntos calientes del mapa
ciclista mallorquín. Pero la tradición y el hecho de contar con el
Velódromo Andreu Oliver parecen haber sido factores determinantes a
la hora de forjar una saga de campeonas que se ha perpetuado en el
espacio y el tiempo.
Fue hace más de década y media cuando María Mora ponía la
primera piedra en el Campeonato de España de carretera en 1985. El
primer oro aterrizaba en la localidad del Migjorn y Mora se
convertía en la primera mallorquina que lucía el maillot rojo y
gualda. No tardó en salirle una competidora especial. Magdalena
Rigo tomaba el relevo de su vecina, compañera y amiga también sobre
el asfalto.
Desde ese momento, ambas labraron una leyenda que hizo de Campos
la capital del ciclismo femenino balear, copando podios en la pista
y haciéndose un nombre a base de mucho esfuerzo a nivel nacional.
«Antes estábamos marginadas, no se nos valoraba como tocaba. Por
contra, hoy en día los ciclistas son mimados. En nuestra época,
debíamos coger la bicicleta y la mochila y buscarnos la vida»,
comentan Mora y Rigo, que lamentan «no haber contado con el
asesoramiento y los medios de los que se dispone hoy en día».
El premio a su constancia llegó al ser llamadas para formar
parte de la selección nacional y estar en un Mundial, circunstancia
que en el caso de María Mora se produjo en tres oportunidades.
El tiempo ha orientado sus vidas hacia dos polos opuestos. María
Mora ha desconectado totalmente del deporte que fue su vida,
mientras que Magdalena Rigo, tras un breve parón, vive volcada en
el club de su pueblo, pudiendo presumir de dos de las jóvenes
corredoras que con más clase han paseado el nombre de Campos a lo
largo y ancho del territorio nacional.
El Campeonato de España cadete de pista de 2001 será inolvidable
para Cati Ballester, que recuperó la senda de la gloria para su
gente en la prueba de puntuación. Poco tiempo después, la también
plata en 500 metros decidía poner un punto y seguido a su carrera.
«Veía que trabajaba y no recogía los frutos. Fueron muchos sueños
que quedaron a medio cumplir. Quería que Campos tuviera un nombre
del que presumir en todo el mundo, pero por el momento prefiero
tomarme mi tiempo», comenta Ballester, que con 16 años reflexiona
seriamente sobre su futuro.
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