Tres partidos después, las derrotas y las malas noticias tapan al
Mallorca, una escuadra deshilachada y que, casi sin tiempo para
pestañear, se ha metido en arenas movedizas. Su problema capital no
radica en el paupérrimo estado de su cuenta corriente en pleno
nacimiento de la Liga, sino en su elevado grado de vulnerabilidad y
las deplorables prestaciones de su eje defensivo. Nadal ya no se
parece a Nadal y Fernando Niño amontona tantos gazapos que su
presencia en el campo se convierte en un despiadado ejercicio de
mal gusto. A partir de aquí puede entenderse la enorme bofetada que
recibió el Mallorca en el día de Luis.
De hecho, la vehemencia de los números acabó dejando demasiadas
cosas en mal lugar, entre ellas, la pequeña revolución que aplicó
Gregorio Manzano después de Valencia y el naufragio de Vigo. David
Cortés ocupó el flanco derecho (Olaizola se quedó en el banquillo)
y Francisco Soler (Marcos fue el sacrificado) tuvo su sitio en la
sala de máquinas. El cambio de piezas acabó siendo eso, un simple
intercambio de nombres sin repercusión alguna en el juego.
Cronológicamente, el partido se puso imposible cuando Leo Franco
dejó de pararlo todo. Una entrada suicida de Poli inició la ruina
balear. Después, todo fue una suma de factores que dibujaron a un
equipo completamente descosido; desenganchado por todas las partes.
Con Albertini, Contra y Emerson en el otro bando, la insolidaridad
defensiva de algunos futbolistas que se mueven en el centro del
campo acabó siendo desgarradora. En todo este caldo de cultivo,
Fernando Torres fue algo más que un jugador temible. El «Niño» fue
un tormento. Agrietado de cintura para abajo, el Mallorca rearmó su
currículo de deméritos con una falta de pegada tan licenciosa como
tóxica. Una acción de Walter Pandiani "lanzó alto el balón a menos
de un metro de la portería y con Esteban en el otro lado"
personifica lo que fue el equipo en ataque. Fue esa una acción
(minuto 34) que podía haber alterado el rumbo de la cita, pero el
remate del uruguayo se fue al cielo. Sucedió cuando el Mallorca
había encontrado muchas grutas de acceso al área de Esteban y
después de que Leo Franco se hubiera burlado de Correa y el propio
Fernando Torres "resulta casi aberrante llamarle «Niño» después de
lo que hizo ayer en Son Moix", aunque todo se quedó en fuegos de
artificio. Mal asunto. Nada funcionaba bien.
Alcanzado el paradigma de la puerilidad en ataque y la defensa
partida en varios pedazos, Correa se encargó de asestar una
puñalada casi definitiva. La secuencia que precede al segundo gol
rojiblanco delata la exagerada falta de fiabilidad de la cobertura
local.
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