Después del saludo todavía faltaban unos minutos y decido
tomarme un café con leche y un croissant. Me invitan a compartir
mesa el entrenador de Juan Carlos Ferrero y su padre. Hablamos de
la radio, de García, de De la Morena y de las tensiones mediáticas.
Pero recibo un mensaje. ¿Dónde estás? Moyà y su grupo estaban ya en
los coches. Pago, al cambio, casi doce euros, sin duda serán
injustificables ante la empresa. En el garito situado frente al
hotel, me cuesta apenas un euro y medio. Nos subimos a tres
flamantes Mercedes y con un coche de escolta acabamos en un mercado
donde apenas apearnos del coche se nos ofrece de todo, desde un
Rolex a un traje de Hugo Boss.
El precio, el de tres cafés con leche y un croissant en el
Hilton. Moyà no quiere comprar nada de esto y su deseo es vivir en
directo y en primera persona cómo funciona la auténtica mafia china
en el mercado negro. Sin apenas darnos cuenta, estamos subiendo por
una cutre, sucia y peligrosa escalera de un piso donde incluso
Patricia Conde casi se abre la cabeza, y ante nosotros nos invitan
a pasar y llegamos al primer piso y al abrirse la puerta aparece la
sección de peletería de El Corte Inglés. Apenas unos segundos le
bastan a Moyà para ver que ahí no hay nada que le pueda
interesar.
El objetivo estaba cumplido, lo vivió en primera persona, el
secretismo, el oscurantismo de la leyenda china de las
falsificaciones. La experiencia acabó paseando por el mercado junto
a su novia y lo único que compró fueron dos estuches para los CD
que pasea por todo el mundo. De regreso al hotel, el habitual caos
circulatorio para una hora más tarde volver a su mundo. Fue el
sparring de Juan Carlos Ferrero, que minutos después se enfrentó a
Andre Agassi y claro, con un calentamiento con Moyà, el partido fue
para el valenciano. El resto del día el mallorquín lo pasó
refugiado en su habitación del Hotel Hilton de Shanghai.
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