Pocas veces el Mallorca y su hinchada habían prestado tanta
atención a los jueces. De hecho, nunca en esta Isla los árbitros se
habían convertido en un constante foco de atención. Asomados a la
segunda vuelta de la Liga y con la Copa aparcada hasta el 5 de
marzo, el manido equilibrio que reza en las primeras páginas del
manual de los tópicos futbolísticos -«unas veces te quitan y otras
te dan»- no aparece por ninguna parte.
Son tantos los atropellos que ha sufrido esta temporada la
escuadra de Manzano, que valorar las designaciones arbitrales e
incluso a sus acompañantes en las bandas se ha convertido en
costumbre. Mal asunto. Privado hace unos pocos días en Riazor de
dejar sellada su tercera presencia en la final de la Copa del Rey,
el Mallorca ha sufrido este año tantas infamias que sin dar una
sola patada es el equipo al que más jugadores le han expulsado.
Es por eso que el regreso a Son Moix de Pérez Burrull y el juez
de línea más famoso de España -Rafa Guerrero- ha sembrado el
pánico. Fue en La Romareda, el 29 de septiembre de 1996, cuando
Rafa Guerrero saltó al estrellato. Tras advertir a Mejuto González
de una agresión de Aguado a Couto y que las imágenes de Canal Plus
captaran aquello de «Rafa, no me jodas, ¿penalti y expulsión de
quién?», este conserje de un colegio público nunca más ha dejado de
pasar inadvertido.
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