Safin se retiró aquejado de problemas estomacales, pero para
entonces ya tenía poco que hacer. El español había hecho todo el
trabajo y salvo en la manga inicial, resuelta en el duodécimo juego
en la primera ventaja que tuvo el ruso, Moyà fue quien llevó el
peso del partido.
Ni Moyà ni Safin sirvieron tan bien como en la víspera, pero el
saque de ambos les valió para mantener el servicio con comodidad en
los primeros once juegos del partido.
Moyà no se dejó amedrentar por la contundencia de los golpes del
moscovita, ni siquiera cuando tuvo que servir con segundos saques.
Además, presionó siempre cuando era el ruso quien no acertaba con
el primer servicio.
La prueba del acierto en el saque se reflejó en un detalle: de
los primeros seis juegos, cuatro se decidieron en blanco. La clave
del primer set estuvo en el duodécimo cuando Moyà sacó para forzar
el desempate, pero no estuvo muy inspirado. Cedió la primera
ventaja con su servicio a Safin y el ruso no la desaprovechó
(7-5).
La relajación fue entonces el principal enemigo del moscovita en
la segunda manga. Moyà rompió el saque del rival en el juego
inicial y después tuvo hasta siete ventajas para escaparse con 3-0,
no lo hizo entonces pero sí en la siguiente ocasión.
Con 4-1 y servicio, el español sufrió poco e igualó el partido
(6-2) en un set que duró 40 minutos. El español ya tenía para
entonces aprendida la lección: su derecha funcionaba a la
perfección, dominaba desde el fondo y de vez en cuando obligaba a
Safin a jugar en la red.
La variedad de los golpes del mallorquín fue determinante ante
un rival que, poco a poco, se fue apagando. En el tercer set, Moyà
rompió en el tercero y el quinto, y cuando firmó el segundo 6-2 en
29 minutos, sabía que la victoria no se le podía escapar.
Safin, tal vez acusó el excesivo calor reinante en la pista
central del Real Club Tenis Barcelona, y entonces empezó su
declive. Cedió su saque nada más empezar el cuarto set, Moyà ganó
el suyo e hizo 'break' en el siguiente. Con 3-0, el jugador ruso
Marat Safin tiró la toalla y anunció su retirada al juez de
silla.
Moyà es el noveno español que se alza con el título en
Barcelona. Anteriormente lo habían ganado la práctica totalidad de
la élite de este deporte en nuestro país. Es un trofeo que tienen
en sus vitrinas Andrés Gimeno, Manuel Santana, Juan Gisbert, Manuel
Orantes, Emilio Sánchez Vicario, Carlos Costa, Félix Mantilla y
Juan Carlos Ferrero.
El mallorquín, séptimo en la carrera de Campeones de la ATP,
consiguió de esta manera su decimotercer título en su carrera. Un
palmarés que inició en Buenos Aires (1995). Después conquistó Umag
(1996), Long Island (1997), Montecarlo y Roland Garros (1998),
Estoril (2000), Umag (2001), Acapulco y Bastad (2002), Buenos Aires
y Barcelona (2003).
Carlos Moyà aseguraba que «He roto un maleficio de siete años»,
quien considera esta victoria como «un premio a la regularidad»,
pues en sus anteriores participaciones había alcanzado las
semifinales en tres ocasiones y perdido una final ante el
valenciano Juan Carlos Ferrero (2001).
El mallorquín considera que, para un tenista español, «ganar el
Godó es lo más importante tras los Másters Series y los Grand
Slams» y reconoció que, para él, el abierto barcelonés es especial,
«pues se juega en un club en el que he pasado muchas horas y
conozco a mucha gente». Por eso no es de extrañar que, todavía en
la pista y tras derrotar a Safin, un exultante Moyà tomara el
micrófono para agradecer a todo el mundo su apoyo, desde su familia
a sus entrenadores, pasando por los recogepelotas, los árbitros y
las azafatas.
Moyà bromeó con los Duques de Palma, elogió el juego de su
rival, piropeó a Arantxa Sánchez Vicario, presente en la pista para
entregarle uno de los trofeos y tuvo una dedicatoria especial para
el público. «Gracias por estar a mi lado durante todo la semana.
Sin vosotros no hubiera podio ganar», les confesó Moyà a los
aficionados antes de descorchar la habitual botella de cava.
Tras su éxito en Barcelona, el tenista mallorquín cree que todo
es posible, hasta recuperar el número uno que alcanzó en marzo de
1999, unos meses antes de sufrir una importante lesión en la
espalda. «Aquello fue lo único que me apartó de ahí, pero los malos
momentos me han hecho ver las cosas de otra forma. La confianza ha
vuelto a mí y me siento otra vez un jugador de los de arriba»,
aseguró.
En esos momentos, poco le importaba a Moyà que Safin hubiera
deslucido su triunfo retirándose en el cuarto set a causa de
agotamiento físico. «Quizá no es la mejor manera de ganar una final
pero creo que el partido ya lo tenía bastante encarrilado» finalizó
el mallorquín.
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