Aunque cedió en la final del pasado año frente a su compatriota
Albert Costa, Ferrero ya está en la historia. Ayer se convirtió en
el sexto español en el palmarés de este torneo que obtiene el
triunfo: Manuel Santana (1961 y 1964), Andrés Gimeno (1972), Sergi
Bruguera (1993 y 1994), Carlos Moyà (1998) y Albert Costa
(2002).
Una demoledora derecha desde el fondo puso fin al partido y
también a los miedos y las inquietudes de Ferrero, a su derrota en
la final del Másters de Shangai contra Lleyton Hewitt, o a sus
ocasiones perdidas en París. Ahora ha prometido jugar con más
tranquilidad y aspirar a más.
Así se lo auguró el francés Yannick Noah, ganador hace 20 años,
que sólo hasta el sábado aceptó entregar la Copa de los
Mosqueteros, debido a su enfado con la organización que le había
denegado una invitación especial para participar.
«Felicito a Martin por su especial torneo y a Juan Carlos por su
primer Grand Slam. Espero que lo hagas mejor que yo, y que no te
pares aquí», dijo Noah muy serio, al lado del presidente de la
Federación Francesa, Christian Bimes, con quien mantiene una
relación no demasiado cordial.
Tras ganar el último punto, el español tiró la raqueta y se
arrodilló en la tierra. Luego levantó los dos dedos índices hacia
el cielo, en recuerdo de su madre Rosario, que falleció cuando él
tenía 16 años. Su recuerdo fue para ella cuando tuvo la Copa entre
sus brazos, «te lo dedico también a ti, que estás ahí arriba».
Su rival holandés basó todo su juego en su servicio, con el que
consiguió alguno a 210 kilómetros por hora, pero ayer solo anotó 12
aces, y sin esa ventaja fue presa del juego del valenciano desde el
fondo de la pista.
Juan Carlos mantuvo la calma, definió muy bien con su resto,
estuvo sereno en los momentos difíciles, y únicamente cedió cinco
puntos de ruptura, pero sólo una vez su saque en todo el partido.
Su arma secreta fue la absoluta tranquilidad que mantuvo, sobre
todo en el único momento en el que Verkerk le inquietó, en el
segundo set, cuando el holandés rompió 2-1 y tuvo un punto para
hacer el 3-1. Verkerk levantó entonces el puño y dirigió miradas
furibundas a Ferrero, pero el valenciano solo contestó en la pista
con efectivos golpes, sin inmutarse por la presión. Luego, tras
ganar, tuvo incluso un detalle para su amigo Sete Gibernau, que le
había animado antes con un cartel desde el circuito de Mugello, y
firmó en un cámara «Sete».
Nadie ganaba en la final de París en tres sets desde que el
también español Carlos Moyà se impuso en la de 1998 a su
compatriota Alex Corretja.
Por la victoria Ferrero ganó un cheque por 840.000 euros, y 200
puntos para la clasificación mundial. Hoy lunes aparecerá como
número uno en la Carrera de Campeones. Finalista júnior de este
torneo en 1998, con su triunfo se convierte en el primero después
del austríaco Thomas Muster (1995) que gana el torneo.
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