Bartomeu Cursach, en el centro de la segunda fila del palco junto a Ramón Rosselló, en un reciente partido del Mallorca. Foto: PERE BOTA

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Cuando Mateu Alemany anunció que el consejo de administración había aprobado una ampliación de capital, los focos se dirigieron hacia Bartomeu Cursach. El empresario mallorquín, amigo personal de Mateu Alemany y vinculado al club a través de un préstamo de 1.600 millones de pesetas concedido el pasado verano, emergía como la figura de consenso, la persona en la que el entorno pensaba para convertirla en el accionista mayoritario.

Por su parte, Ramón Roselló, asesor financiero del Mallorca, consideraba que la ampliación de capital «va a garantizar la viabilidad económica del club», y apelaba a la búsqueda rápida de inversores: «Ya hemos empezado a movernos. Estamos estudiando algunas posibilidades porque debemos cerrar la ampliación de una forma rápida». Sobre el papel que deben jugar las instituciones en el asunto, Rosselló comentaba que «pretendemos que se involucren de alguna manera; sabemos que no va con el estilo mallorquín el que las instituciones den dinero directamente a un club, pero se puede hacer a través de convenios o fundaciones. Está claro que el Mallorca es una gran caja de resonancia».

Ayer, Cursach rompió su silencio para explicar que iba a ayudar al Mallorca, pero también para advertir que no se convertiría en el hombre fuerte de la sociedad: «Si me piden que compre una o diez acciones lo haré, pero no tengo pensado ayudar con cifras importantes», dijo el empresario. La ampliación de capital, que podría estar cifrada en algo más de 25 millones de euros, no supone un cambio de dirección en el discurso de Bartomeu Cursach, que insiste en no convertirse en la referencia del club: «Ya dije que no iba a entrar en el Mallorca y lo mantengo. Tampoco lo tengo pensado hacer con un grupo de empresarios, pero tengo claro que ayudaré a mis amigos y a la entidad si me lo piden», concluyó.