Desde las siete de la tarde, una «marea roja» se desplazó hasta
el lugar para vivir con intensidad la noche más importante del
mallorquinismo.
Se habían instalado dos pantallas, una en el interior, de 12
metros de largo por ocho de largo, y otra en el exterior, de 6 por
4.
La mayoría de los aficionados optó por seguir el partido desde
el interior donde, a pesar del calor, registró un lleno hasta la
bandera tanto en las gradas como en el parqué, que fue cubierto por
un plástico para protegerlo. Tal fue la afluencia de gentes de
todas las edades, aunque sobre todo jóvenes, así que hasta las
barandillas de la parte alta y los pasillos estaban ocupadas por
seguidores mallorquinistas.
La primera gran explosión de júbilo se produjo cuando TVE
conectó con el estadio Martínez Valero y ofreció una panorámica de
la hinchada rojilla. A partir de ahí, cánticos, tensión, nervios y
una alegría desaforada al convertir Pandiani el penalti señalado
sobre Etoo.
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