Lo histórico es que el Mallorca por primera vez en su larga vida
-dentro de nada, el Centenario- se ha proclamado campeón de la Copa
del Rey, algo que ya intentó en dos ocasiones precedentes. Lo real
es que un gran equipo es respaldado por una gran afición. Porque si
hasta hace unos pocos años la gente de Mallorca aficionada al
fútbol era del Madrid o del Barça y luego del Mallorca -y se lo
digo yo, que al equipo le he seguido hace más de veinte años, en
Tercera, Segunda B y Segunda, cuando apenas éramos cuatro gatos,
¿te acuerdas Tacha?-, ahora, en primer lugar, es del Mallorca y
luego del Madrid, del Barça o del que sea.
Y esa es la grandeza del Mallorca, que tras de sí tiene una
importantísima, tanto en número como en calidad humana, masa de
aficionados que le acompaña a todas partes, antes a Birmingham,
mucho antes a Madrid y a Mestalla, anteayer a Elx y mañana donde
sea. Una afición que puede que durante los viajes no exteriorice,
como otras, a base de ruido y jaleo su presencia, (tampoco se
muestra violenta, ni se emborracha), pero que a la hora de la
verdad, incluso horas antes de que esta suene, se hace notar, ¡y de
qué modo!, cosa que pudimos comprobar anteayer, desde que pisamos
los alrededores del estadio ilicitano, más tarde durante el
recorrido que hicimos con ellos por la ciudad, y por último durante
la hora del almuerzo -una paella que pagó Etoo- que marcó el inicio
de la cuenta atrás.
Y ya no les cuento cuando comenzó ésta, que coincidió con la
llegada de los jugadores en autocar al campo. Aquello había que
verlo, pues con palabras no es sencillo de contar. Como lo que
siguió a continuación, ya metidos en vereda. ¿Que los onubenses
jaleaban a su equipo? Bien, sí. Pero es que los mallorquinistas no
se quedaron ni con los brazos cruzados ni con las bocas cerradas.
¿Que aquellos cambiaron las voces por las palmas?
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