TW
0

Cinco horas de espera para ver pasar a la «dama de negro», Victoria Beckham, una sonrisa, un gesto de saludo y hasta la vista. No hubo mucho más, aunque tampoco estaba previsto. Pantalones cargo y blusa sin mangas desabotonada más abajo del pecho, ambos de color negro que apenas si se diferenciaba de un intenso bronceado, interminables tacones, gafas de sol y melena al viento.

De esta guisa se presentó la ex Spice Girl «Posh» (Pija) ante los cerca de quinientos fans que la esperaban a las puertas del hotel Fénix de Madrid.

Los más madrugadores llegaron sobre las doce del mediodía. Una veintena de periodistas y unos ochenta incondicionales de Victoria, entre los que tan sólo unos pocos también querían ver a David, iniciaron la espera que se prolongó hasta las 16:15 horas, momento en el que llegó la nueva estrella madridista. Para esa hora tanto el grupo de cámaras de televisión y fotógrafos se había multiplicado, así como el de incondicionales, que ya ascendía a más del medio millar.

Cinco segundos fueron los que tardó Beckham en bajar del coche y entrar en el hotel, procedente de la clínica La Zarzuela donde pasó reconocimiento médico. A pesar de lo agitado de la mañana, conservaba su inmaculada americana blanca y ni un sólo pelo de su peinado recogido en una coleta se había ido de su sitio.

Los pantalones vaqueros ya los traía rotos de casa, a la altura de la rodilla. Unos zapatos color cuero remataban su atuendo. También destacaban los pendientes que adornaban sus orejas.

Cuando desapareció de la escena se rumoreó que Victoria ya podía estar en la suite. «Bueno, no importa. Hemos visto a David y ya ha merecido la pena». Pero de allí no se movió ni un alma, sino al contrario, el grupo de admiradores de una de las parejas más glamurosa del mundo iba creciendo.

Un cuarto de hora después, sobre las 16:30, la locura. Llegaba ella con su hijo Brooklyn. El niño fue llevado en volandas por su abuela, la madre de David, al interior del hotel. Ella, con semblante serio, miró a un lado, a otro, levantó la mano en un conato de saludo y entró en el establecimiento.

A los periodistas no se les escapó el detalle de que él iba vestido de blanco y ella de negro.

Policía nacional, vigilantes de seguridad, además de un nutrido séquito de guardaespaldas custodiaban la entrada de dicho hotel.

Una hora después a las 17:30, la pareja, que no cambió de atuendo, junto con el pequeño Brooklyn se marcharon camino del Santiago Bernabéu. Se dejaron ver menos aún que la vez anterior, pero sus adeptos quedaron contentos.

Ana Belén Urdillo