Su discurso es práctico, aunque aparece impregnado de ilusión.
Mateo Alemany es su amigo, pero también una pieza a la que
considera imprescindible -«en los despachos tenemos al mejor equipo
gestor de España», asegura. El teléfono echa humo, llueven las
felicitaciones. Cursach atiende con paciencia a todas las llamadas.
Sus ojos se empañan cuando habla de Miquel Dalmau y Vicenç Rotger.
Es el primer día de la era postasensio.
-Hace pocas horas que se ha hecho con el control
accionarial del Real Mallorca, ¿ha cambiado algo en la vida de
Bartomeu Cursach?.
-Todo ha sido muy normal. Esta mañana, cuando me he levantado,
he leído el mismo periódico que todos los días, he estado en mi
oficina de s'Arenal y a las doce y media jugaré un partido de
pádel. Todo ha sido muy normal y nada ha cambiado en mi vida.
-¿Qué motivaciones le han llevado a invertir en una
sociedad que nunca repartirá dividendos?
-Todos los que me conocen saben que soy mallorquinista de toda
la vida y poder ayudar al equipo que te representa es algo muy
importante. El Mallorca todavía consigue que en alguna ocasión me
caigan las lágrimas.
-¿Se considera el líder de una operación histórica y que
determinará el futuro de la entidad?
-El Mallorca ha tenido otros momentos clave en su historia y
éste es uno de ellos. Coyunturalmente me ha tocado a mí echar un
cable porque se han dado los condicionantes. De todas formas, es un
error personalizar en mi figura. Los nuevos inversores somos un
grupo muy cohesionado y especialmente ilusionado. Se ha formado un
nuevo consejo de administración y ayudaremos, pero la gestión y las
decisiones son de Alemany.
-¿La suya ha sido una decisión muy
meditada?
-En la vida hay muchas decisiones que si las reflexionaras y las
meditaras seriamente no las tomarías. Muchas veces tomas decisiones
viscerales, producto de un sentimiento. No las toma la cabeza, sino
el corazón. Invertir en el Mallorca es una de ellas.
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