El ganador no sólo tendrá garantizado el segundo escalón del
podio, sino que mantendrá abierta la opción de colgarse el oro en
la ceremonia de clausura del próximo domingo, sellará el billete
para acudir a los Juegos griegos y dejará cerrada su presencia en
el siguiente campeonato de Europa, el de Belgrado 2005.
La cita, por tanto, reviste toda la importancia que supone
saltar a la cancha en las semifinales de un Europeo, revalorizadas
por las consecuencias del triunfo y por el alto nivel competitivo
que ha alcanzado el torneo sueco, demasiado exigente incluso para
Serbia y Montenegro y para Rusia, las dos grandes potencias del
continente en sus anteriores versiones yugoslava y soviética,
apeadas del camino hacia las medallas en las series de cuartos.
España e Italia son viejas conocidas de las pistas, donde han
labrado la tradición de una de las mayores rivalidades que existen
entre las selecciones del Viejo Continente, pero la semifinal de
Estocolmo representa su primera cita oficial desde hace cuatro
años.
La última vez que la selección española jugó contra la
«nazionale» en un torneo trascendente se remonta a la final del
Europeo'99, en Francia, y entonces ganaron los italianos (56-64)
después de que España, salvada de la eliminación «in extremis»
gracias al triunfo de Francia sobre Eslovenia en el encuentro que
cerraba la primera fase, acabase con la Lituania de Arvidas Sabonis
en cuartos y doblegase en semis al cuadro galo.
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