Heras entró de traje oro en Madrid y con La Cibeles de testigo
volvió a lo más alto del podio como vencedor absoluto de la 58
edición de la Vuelta, en cuya historia dejó escrita una página de
oro con su brillante exhibición en la cronoescalada de Abantos.
El ciclista bejarano, de 29 años, se hizo la foto de honor junto
a otros dos españoles: Isidro Nozal (ONCE) y Alejandro Valverde
(Kelme), segundo y tercero respectivamente y ambos grandes
revelaciones de la carrera y de la temporada.
Heras, gregario de lujo de Lance Armstrong en el Tour, se ha
convertido en un corredor de gran regularidad en «su» carrera. A
sus victorias absolutas en 2000 y 2003 añade el segundo puesto de
2002 y el tercero de 1999. De todos sus galardones, «este ha sido
el más emotivo porque lo tenía muy difícil», mientras que el
anterior «quedó decidido en el Angliru», dijo.
El maillot oro de la Vuelta salió de la contrarreloj de Albacete
(13a etapa) con más de 5 minutos de retraso respecto a Nozal, pero
lejos de tirar la toalla apretó los dientes y limó 3 minutos en su
terreno, en la montaña de La Pandera, Sierra Nevada y Navacerrada,
en una jornada clave. Los 1.55 minutos restantes los limó en su
cima de Abantos, que ya conquistara en 2000 antes de la
demostración de la cronoescalada.
Un triunfo que vuelve a poner a Heras entre los grandes, a pesar
de que su trabajo principal está centrado en ayudar a Armstrong en
su carrera de los récords en el Tour. Aun así, este año le quedaron
fuerzas para demostrar su condición de primera figura en una de las
grandes. Pudo dedicar algo grande a su padre, fallecido este
año.
El italiano Alessandro Petacchi, del Fassa Bortolo, se anotó la
etapa al esprint con una superioridad aplastante por delante de
Zabel y Fred Rodríguez. Era la quinta en la Vuelta y la
decimoquinta en la temporada sumando las 6 del Giro y las 4 del
Tour, todo una plusmarca mundial que puede mantenerse muchos años
como referencia.
Petacchi anunció que el año próximo disputará dos grandes, el
Giro y Tour o Vuelta, pero no repetirá la experiencia de este año,
el más importante de su carrera. «Si alguien me hubiera dicho esto
antes de empezar lo hubiera tomado a broma», indicó.
La Vuelta dejó además para el recuerdo las irrupciones de Nozal
y Valverde, el premio de la montaña del incansable colombiano Félix
Cárdenas, del Labarca-2, la general por puntos para el veterano
alemán Erik Zabel, del Telekom, la combinada para Valverde y el
premio por equipos para el iBanesto.com, que se despidió de la
carrera junto al ONCE.
La etapa final no tuvo demasiada historia. Cumplió
escrupulosamente con el guión previsto: ritmo de cicloturismo (30
kms en la primera hora), bromas, charlas y un poco de cava para el
brindis de los tres componentes del podio final. Solo quedaban
fuerzas para la parte seria del fin de fiesta, el esprint de la
Castellana, donde la historia acoge siempre nombres ilustres.
Isidro Nozal, líder durante 16 días, se lanzó en cabeza allá por
el km 52. Cuando obtuvo una prudencial ventaja de unos 200 metros
paró en seco al borde de la carrera. Ya más aliviado volvió al
grupo en medio de los aplausos de los 159 corredores del pelotón.
Por si acaso, el US Postal se dejó ver en cabeza.
La entrada en Madrid activó las piernas del personal y
comenzaron los saltos para la galería. El primero fue Díaz Lobato,
del Labarca-2, más tarde se exhibieron Luis Pérez y Masciarelli,
pero los esprinters no estaban dispuestos a perder la oportunidad
en el escaparate Madrid, sobre todo Petacchi, quien prometió llegar
a Madrid y ganar. Lo bordó.
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