La historia del Drac Inca no puede redactarse pasando de largo por
la Liga LEB. Y de la misma manera, la de la categoría de plata
carece de sentido sin el club más representativo de la capital de
es Raiguer. Ahora, y a expensas de que los despachos puedan
invertir el sino de la competición, el Melilla es el único
superviviente de ocho temporadas que han visto brillar a Perasovic
y han contemplado como la ACB se ha quedado a un paso de Maó.
Los albores de la LEB datan del curso 96/97. Fernando Merchante
estrenó el banquillo del Palau y Perry Carter era la referencia. El
técnico castellano fue destituido y Jaume Ventura inició el periplo
más largo que jamás ha vivido un entrenador en Inca. Se enderezó el
rumbo del vestuario y un agónico «playoff» ante el Alicante (3-2)
apartó de la lucha por el ascenso al Inca.
Lejos de aprender de los errores, la temporada 97/98 dejó una de
cal y una de arena. El subcampeonato de la Copa Príncipe de
Asturias -sólo en Fuenlabrada pudo con el conjunto inquense- y la
sonrojante temporada regular no sirvieron para que Ventura pusiese
fin al ciclo. El preparador catalán no pudo mantener el pulso al
año siguiente y Pep Miquel Arbúcies asumió el mando en una recta
final sin trascendencia, pero que se cerró con un desagradable
«play out» frente al Sondeos. El uno a tres a favor de los gallegos
no era un buen síntoma y se decidió empezar de cero para cerrar
viejas heridas.
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