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Juan Frisuelos|CASCAIS
Luiz Felipe Scolari disfruta en su residencia, en familia, las mieles del triunfo de la selección lusa ante Inglaterra, que han supuesto un regalo de esperanza y autoestima para millones de Portugueses. Además, en la paz del hogar, aunque sea por unas pocas horas, el técnico que condujo hace dos años a Brasil a la conquista de su quinto título mundial, acaricia la ilusión de proclamarse también campeón de Europa y consolidarse para conducir a Portugal a la siguiente Copa del Mundo. La victoria ante Inglaterra supone, para el seleccionador, un espaldarazo a su polémico sistema 4-2-3-1, que desde los medios de comunicación y también desde la calle, le pedían que alterase y que, en lo fundamental, ha mantenido desde que llegó a Portugal, hace año y medio. Por si fuera poco, con la notable actuación del portero del Sporting, Ricardo, ha acallado las voces discrepantes de quienes reclamaban la presencia en la selección de Vítor Baía, el antiguo cancerbero barcelonista y ahora guardameta del Oporto ganador de la Liga de Campeones.

Al hacerse cargo de los restos del naufragio de la selección portuguesa, tras el cese de Antonio Oliveira, Scolari, un devoto de la Virgen de Caravaggio y del estratega confucionista Sun Tzu, reclamó manos libres y prometió llegar a semifinales. El técnico nacido en Río Grande do Sul, que siempre hace gala de su condición de «gaúcho», tuvo que recordar a poco de llegar su exigencia de libertad de acción cuando llamó al equipo nacional luso a Deco, nacido en Brasil, pero nacionalizado portugués. La «vieja guardia», o lo que es igual, los sobrevivientes de la que fuese llamada «generación de oro» objetaron a Deco porque no había nacido portugués, pero el luso-brasileño saltó al terreno en el primer encuentro y marcó el gol de la victoria ante el Brasil que acababa de abandonar Scolari. La promesa de llegar a semifinales la materializó el técnico con otra de sus elecciones personales, el portero Ricardo, que no sólo paró un balón en la ronda de penaltis sino que acto seguido tomó el esférico y anotó el tanto del triunfo a su colega inglés.

El abrazo del portero y el seleccionador, con los ojos enrojecidos de emoción, era repetido horas después en las portadas de los periódicos que han cesado de criticar a Scolari y ahora loan su saber hacer y su buen tino. El brasileño es un auténtico artista en la caseta, que podría dar clases magistrales sobre cómo jugar bordeando el reglamento, que no cesa de incomodar desde la banda al adversario, pero que es capaz de llorar al acabar un partido o cuando ve una película romántica. Inspirándose en «El arte de la guerra», del chino Sun Tzu, que propugna el engaño y someter al enemigo sin luchar, Scolari aplica el principio de la autoridad inflexible y exige fidelidad extrema a sus hombres de confianza, disciplina espartana y fe en la propia capacidad. La selección de Portugal, bajo su tutela, hizo una criticada preparación para la Eurocopa, pero el grupo está en semifinales y tiene opciones de ganar su Eurocopa.