Guillem Coll deja el baloncesto. A los 35 años, el mítico base
mallorquín se ha visto obligado a tomar la decisión más complicada
de su vida. Una delicada lesión le ha empujado a adoptar esta
determinación. El jugador del Telenord Arenal arrastraba problemas
en la rodilla izquierda desde finales del curso anterior y ante los
escasos progresos que experimentaba, los médicos decidieron
practicarle una artroscopia. Los resultados de la exploración
fueron estremecedores: menisco, cartílago, ligamento y rótula en
estado crítico. Ante tal tesitura, y tras 26 años en cancha, ha
optado por de decir adiós. Y el suyo no es un adiós culquiera, es
el de uno de los jugadores más emblemáticos del baloncesto
balear.
Coll, integrante en su día del desaparecido Patronato, puede
presumir de haber ascendido en tres ocasiones a la LIga ACB (con
Guadalajara, Salamanca y Ourense) y, sobre todo, de haber jugado en
la máxima categoría durante una temporada con el Salamanca. Sin
duda, esta experiencia en la élite del baloncesto español es su
mejor recuerdo. Asegura que «fue cumplir el sueño de toda una
vida». El base mallorquín, que militó tres años en el Bàsquet Inca,
otros tantos en las filas del Muro y uno en el Telenord Arenal,
asegura que le queda la espina de «no haber jugado en ACB con un
equipo de mi tierra».
Ante todo, Coll se muestra orgulloso de su trayectoria
deportiva, a la que pone punto y final reconociendo que «me cuesta
muchísimo, sólo de pensar que no jugaré más se me pone la piel de
gallina, pero lo que hago es lo correcto». La mayor satisfacción
que siente en el momento del adiós es el gran número de muestras de
apoyo que está recibiendo. Relata orgulloso que «el teléfono no
para de sonar, incluso me ha llamado un ex compañero para animarme
y al final le he tenido que animar yo a él porque se ha puesto a
llorar», concluía Guillem Coll, uno de los mejores jugadores
mallorquines de todos los tiempos.
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