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Dijo Héctor Cúper nada más llegar que es un simple entrenador de fútbol, que no hace milagros. Se apresuró el técnico en limitar la euforia, en advertir a la hinchada que la situación es muy grave como para creer que, con la simple aparición de un nuevo técnico, todo va a cambiar. Apeló al trabajo, y dio ejemplo nada más llegar, cuando después de irrumpir ante los medios de comunicación para ser presentado se puso el chándal y se marchó a la ciudad deportiva para conocer a su plantilla. Fue el primer día, porque al siguiente diseñó un duro plan de trabajo con doble sesión de entrenamiento. Incidió mucho en la defensa, trabajó con los jugadores que actúan de cintura para abajo y preparó lo mejor que pudo la cita ante el Sevilla. Seis días más tarde, el Mallorca atrapaba un empate en Nervión y dejaba una imagen para la esperanza, con un grupo muy sólido y una actitud muy positiva. ¿El efecto Cúper? Probablemente.

El juego fue igual de pobre que de costumbre, pero con una variante. Los futbolistas que debe sostener a este equipo, desde Farinós hasta Jorge López, actuaron por encima de su nivel habitual este año. Tuvieron una mejor prestación y eso es una influencia directa del técnico argentino, que les inyectó un carácter ganador. Por eso el valenciano recorrió un buen puñado de kilómetros, Pereyra recuperó más balones que nunca y el riojano se atrevió. La idea de Cúper era la de tejer una tela de araña que enmadejara el juego del Sevilla, y lo logró. Pretendía el técnico argentino mejorar al Mallorca desde la defensa, pero no hablaba precisamente de la pareja de centrales. Pidió a los dos delanteros que se involucraran en el trabajo, que taparan la salida del balón. Y lo hicieron. Desde ahí se inició el repliegue del equipo, que complicó todo lo que intentó crear el Sevilla. Farinós y Pereyra se pegaron a Casquero y Renato, mientras los laterales eran capaces de contener el juego por bandas de Alves y Navas. Cortés se prodigó menos en ataque, algo que también parece tener relación directa con la pizarra de Cúper.

Todo eso dio con un Mallorca que apenas tuvo problemas en defensa, ni cuando Caparrós decidió a meter en el campo a Darío Silva para que acompañara a Baptista y Aranda, dos delanteros miméticos. Sólo en un error de Poli que propició una jugada que atravesó al equipo de Cúper por el corazón, dejó al descubierto a la zaga isleña. Los andaluces sólo fueron capeces de generar peligro en acciones a balón parado y cuando Antonio López, un tipo de regate fácil, irrumpió en el campo. Con todo, el Mallorca tiene un enorme déficit en ataque, lo próximo que deberá trabajar el entrenador de Chabás. Arango dura apenas treinta minutos en los partidos, Jorge López mejora pero muy lentamente y nadie es capaz todavía de alimentar a los dos puntas, que siguen a la espera de un error de la defensa o de un balón sin dueño que caiga en el área, como el que ayer le cayó a Jesús Perera.

Cúper va a tener poco tiempo para trabajar todos esos conceptos, porque después de dos entrenamientos el Mallorca se marcha a Lanzarote, plaza difícil para ganar una eliminatoria de Copa. Los baleares juegan el torneo del KO el miércoles y poco después ya se encontrarán madurando el encuentro ante el Atlético de Madrid, al que se miden el domingo en otra cita muy complicada. El técnico sudamericano trabaja a contrarreloj para intentar mejorar los automatismos del equipo, para tratar de alterar esa dinámica negativa asociada al Mallorca.