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C.R.
El pasado 5 de abril de 2003 la vida de Paco Amate Jiménez (Sa Pobla, 1982) sufrió un giro tan doloroso como inesperado. El entonces jugador del Mallorca B había decidido salir a tomar algo esa noche aprovechando que su equipo ya había cumplido ese fin de semana con los compromisos del campeonato, pero un atropello en el Passeig Marítim le impidió llegar a su casa y le hizo debatirse entre la vida y la muerte durante las tres semanas en las que permaneció en coma. Ahora, un año y ocho meses después, Amate ya se ha acostumbrado a vivir lejos del balón, aunque se resiste a tener que hacerlo de por vida. Asegura que ha aprendido a valorar mejor cada una de los pequeños detalles de la vida, pero sigue confiando en su cualidades y está convencido de que algún día volverá a un terreno de juego. «Sea donde sea», matiza.

Antes de que aquel accidente atajara de lleno su carrera, Amate era uno de los jugadores más carismáticos de la cantera rojilla y estuvo incluso a punto de debutar con el primer equipo, después de que Sergio Kresic le convocara para un partido ante la Real Sociedad en Anoeta. Actualmente su historia es muy distinta porque desde aquella fatídica noche no ha vuelto a tener contacto con una pelota. Desde hace aproximadamente seis meses recibe una paga por invalidez y está a la espera de que se celebre el juicio del juicio que aclare el caso del accidente, ya que éste será el que determine su evolución y su posible regreso, algún día, a un campo de fútbol.

«Soy demasiado joven y lo que me duele es que me he tenido que quedar sin lo que más quería aparte de mi família. Ahora me dedico a estudiar algo de idiomas e informática a la espera del juicio. Me quedará siempre esa duda de saber si podría haber llegado a triunfar algún día, pero hay que mirar hacia adelante y no es necesario darle más vueltas», apunta Sobre el Mallorca destaca que «se portó muy bien conmigo, pero al final le dijeron a mi representante que ya no volvería a ser el mismo, cuando eso nunca podrá saberse».

Sin secuelas
A Paco apenas le quedan secuelas de aquel atropello que sufrió junto a su compañero Anatoli Ponomarev, pero tiene un nervio de la pierna derecha afectado y ha perdido sensibilidad, algo de lo que se va recuperando con el tiempo. Sin embargo, no recuerda absolutamente nada de como sucedió todo. «Sólo sé que nos arrollaron por detrás y que me desperté en el hospital pensando que estaba en un hotel. Si que me gustaría ver a la persona que conducía el coche, pero simplemente para que me contara lo que pasó».

En todo este tiempo asegura que se ha aprendido de memoria los vídeos que guarda de sus partidos y afirma que echa de menos el ambiente de un vestuario, pero subraya que siente «animado» para volver a sentirse futbolista en un futuro no muy lejano. «Me veo capacitado para volver y me da igual que sea en Tercera, Preferente o Regional», finaliza.