Es probable que el Mallorca haya encontrado el icono que buscaba,
pero no la fórmula para zafarse de su estigma perdedor. Ayer
descubrió a Okubo, pero apenas le llegó para atrapar un empate que
a estas alturas del torneo ya tiene aroma a derrota. En un día en
el que la hinchada buscaba algo que echarse a la boca, apenas pudo
masticar un notable partido del japonés y un punto, que deja a los
isleños todavía más lejos de su objetivo. Y eso que Luque insistió
en que el Deportivo se llevara mayor botín, lanzando dos desafíos
al mallorquinismo en el segundo tiempo. Pero eligió mal día, porque
era la tarde de Okubo. Miles de ojos escrutaban cada uno de sus
movimientos y el de Fukuoka no decepcionó. Primero asistió a Luis
García y luego le atizó al Depor para rescatar un empate, que no le
alcanza al Mallorca para mucho (2-2).
El choque fue un tostón desde el inicio. El juego era más plano
que un folio y el fútbol era deprimente, casi esperpéntico. Irureta
había metido a Munitis por la derecha en un intento por acelerar
los trámites del Deportivo en su tránsito hacia Westerveld. Intuyó
el técnico que Tuni iba a padecer en defensa y puso sobre la arena
al cántabro, que se movió mucho, pero siempre sin sentido. Con
todo, el grupo gallego tenía por su flanco una vía de acceso y cada
vez que Munitis se asociaba con Valerón el Depor encontraba algo de
petróleo. De una falta al canario llegó la primera aproximación
visitante, luego de un zurdazo de Luque que se perdió en las pistas
de atletismo.
Era el minuto 27 y hasta entonces ni el Mallorca había dado
señales de vida en ataque -acaso un balón porfiado por Okubo tras
una indecisión entre César y Molina-, ni el Deportivo se veía con
fuerzas de ir más allá. El equipo de Cúper parecía tener mucho
plomo en el centro del campo y los gallegos ofrecieron un catálogo
de errores en el pase. Todo mejoró cuando Campano empezó a tener
más peso en el juego de ataque, porque entonces el Mallorca tuvo el
gobierno de la cita. El sevillano miró una y otra vez a los ojos de
Romero y de sus zancadas nacieron los mejores momentos de los
isleños, que Ramis inició con un tiro alto (minuto 30) y Arango
cerró con un disparo sesgado tras la enésima recuperación de De los
Santos (minuto 39). Daba la sensación de que el Mallorca llamaba a
la puerta, pero el Deportivo salió indemne.
El partido sufrió un revolcón tras el descanso, porque Luque y
Okubo se decidieron a animar la tarde. El catalán y el japonés son
futbolistas de condición mimética, con un juego amparado en la
velocidad y en un enorme disparo. Por eso ellos se apropiaron del
segundo tiempo, hastiados de tanto fútbol inocuo. Luque se atrevió
primero con una carrera en vertical a la que Tristán dio
continuidad con un sutil golpeo de tacón al borde del área, jugada
que acabó con un remate del delantero de Terrassa a la red (minuto
49). Poco después, Okubo envió un servicio desde la derecha que
encontró un perfecto escorzo de Luis García, que lograba el empate
(minuto 56).
El encuentro estaba lejos de ser un partido decente, pero ganó
en voltaje. Por eso apenas cinco minutos después Luque anotó el
segundo, después de que Munitis trazara su única diagonal válida y
de que Westerveld repeliera su disparo con escasa fortuna. Eso
parecía rajar definitivamente la cita, pero sin tiempo para
respirar Campano volvió a la carga desde la derecha y Okubo se
anticipó a la batería de centrales y a Molina para marcar el empate
(minuto 63). El nipón aceleraba con la diana su proceso de
adaptación al fútbol español y, de paso, le daba un punto a los
bermellones.
El Mallorca creyó que era posible el triunfo y trató de dar un
paso al frente mientras el Deportivo reculaba. De los Santos
acarició el tercero tras un remate de cabeza a la salida de un
saque de esquina (minuto 73) y allí se agotó toda la munición del
conjunto de Cúper, que se quedó sin materia prima para acercarse
hasta Molina. El mallorquinismo se lamía las heridas, sobre todo,
porque teme que el calendario acabe devorando a un equipo que sigue
temblando.
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