Fue el punto del miedo, del pavor. El Mallorca y el Málaga se
negaron a ir más allá, a descubrirse, a lanzarse sin pudor a por el
triunfo. Limitados por su situación en la tabla, ninguno fue capaz
de dar un paso al frente en un partido rácano, con un fútbol
enclenque y muy casposo, cargado de plomo. Sólo un tiro de Arango
que besó el larguero y la solvencia defensiva de Ballesteros y
Iuliano le dieron la opción al Mallorca de lograr mejores
dividendos en La Rosaleda, pero al final apenas logró rescatar un
empate que le sigue dejando lejos de la permanencia (0-0). Es
difícil ver un primer tiempo tan deprimente como el de ayer. Málaga
y Mallorca ofrecieron un catálogo de errores, de fútbol inocuo, de
juego terrestre. El miedo a perder condicionó el arranque de la
cita, que fue más plano que un folio. Tapia y Cúper habían
introducido dos variantes, pero los dos hombres que aparecían como
novedad eran dos laterales derechos (Romero y Ramis), y estaba
claro que por ahí no se iba a rajar el partido. El encuentro se
disputaba palmo a palmo, metro a metro, con un centro del campo
cargado de músculo y los cuatro centrales escupiendo un balón tras
otro. El choque no tuvo por dónde hincarle el diente en la primera
mitad, en la que apenas se pudo ver un par de tiros blandos fruto
de varias jugadas a balón parado. Luis García lo probó en el minuto
20 mientras Arnau colocaba la barrera y poco después Campano lo
intentó con un disparo raso desde fuera del área (minuto 23).
Fueron todas las noticias que hubieron del Mallorca en el primer
acto, en el que el Málaga apenas llegó con otra acción de
estrategia que acabó en las manoplas de Moyà luego de un tiro de
Gerardo (minuto 24).
Todo era muy espeso y ninguno de los dos equipos era capaz de
enganchar un par de pases de forma consecutiva. Tuni lo intentaba
por su flanco y Okubo se desesperaba trazando desmarques, pero el
partido se estaba masticando en el círculo central. Allí Miguel
Àngel, Juanito y De los Santos se forraban, a la espera de algún
error que nunca llegaba. El encuentro estaba encorsetado,
anestesiado por las pizarras y por el terror a perder. Por las
prisas, que maniataron a unos y a otros. La reanudación tuvo otro
aspecto desde muy pronto. A poco del inicio Miguel Àngel le metió
un balón a la espalda de Iván Ramis y por allí apareció Baiano, que
se puso a temblar cuando vio a Moyà y envió alto (minuto 54). El
Mallorca replicó con un tiro sesgado de Ramis en un golpe franco
(minuto 56) y poco después con un arreón de Tuni que Campano no
pudo rematar (minuto 59). Lejos de arredrarse, el equipo de Cúper
se lanzó abiertamente a por el gol y Luis García estuvo cerca tras
una volea. Pero la mejor opción para atizarle al Málaga la tuvo
Arango, después de que Valcarce agarrara a Okubo al borde del área.
El venezolano ejecutó la falta y el balón se estrelló en el
larguero (minuto 62) con Arnau ya vencido. A renglón seguido
Campano recibió un servicio en el interior del área y su derechazo
acabó en el lateral de la red. El Mallorca creía en el triunfo y el
Málaga estaba grogui, acomplejado. Tapia vio que era el momento de
meter sobre la arena a gran parte de su munición ofensiva (Amoroso,
Tote y Wanchope) en un intento desesperado por encontrar petróleo
en ataque, y los andaluces recuperaron el pulso. Tote hizo daño
moviéndose en la media punta y Amoroso retó a un par de carreras a
Ramis, y el Málaga se acercó al gol, aunque de forma tímida. El
partido ya se había desquiciado, estaba histérico, casi roto y
caminaba sobre un alambre. Arango pudo marcar a poco del final en
un zurdazo que encontró cobijo en los guantes de Arnau. Los locales
buscaron amparo en la calidad de Tote y en la altura de Wanchope,
pero ni por ésas el Málaga logró abrir la defensa del Mallorca, que
rescató un punto en una plaza complicada y que hace bueno el
triunfo ante el Getafe.
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