Ana Belén Urdillo|RADÉS (TÚNEZ)
España inscribió su nombre con letras de oro en la historia del balonmano mundial después de barrer a su antojo a la omnipotente Croacia que defendía el título, y que, además, es la actual campeona olímpica (40-34).
Hasta el majestuoso día de ayer con la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín como espectadores de excepción, España había subido al podio en cinco ocasiones. Se colgó el bronce olímpico en Atlanta 1996 y en Sydney 2000. Otro bronce en el Campeonato de Europa Croacia 2000 y dos platas también europeas, en España 1996 e Italia 1998.
España se encontraba ante la oportunidad de su vida, en su primera final de un Mundial, una ocasión de oro. Todo salió extraordinariamente bien. Ninguna objeción. En ataque todas las líneas se mantuvieron en guardia y jugaron a la altura del histórico momento. En defensa todas la opciones funcionaron. Primero, una cerrada 6-0 con la que minaron a los croatas y luego una mixta que también maniató al rival.
Todo salía de lujo. La única igualdad existió durante los diez primeros minutos y fue en el marcador, pero mientras que los ataques que llegaban a la portería de Sola tenían varias firmas (Romero, Rodríguez, Uríos, Garralda, García...), es decir, desde todos los ángulos, los croatas procedían sólo de Balic, Vori y Dzomba.
En el bando balcánico casi nada salía bien. Ni siquiera la opción de tener a Metlicic entre algodones, reservándole para el partido de ayer.
Desesperación
España arribó a los 15 minutos con ventaja de tres goles (10-7) con un parcial de 4-1. En esa fase el marcador ya llevó la desesperación al banquillo croata, cuyo seleccionador tuvo que solicitar tiempo muerto.
Los siguientes cinco minutos transcurrieron por los mismos derroteros. García, de penalti, Uríos, Ortega y, de nuevo, García al contragolpe, hicieron insignificante el único tanto de Dzomba desde los siete metros.
La defensa, marca del seleccionador nacional, Juan Carlos Pastor, se crecía cada vez que abortaba un ataque del rival. Y el ataque español secundaba las acciones defensivas con sus goles.
A los cinco minutos de la reanudación en el tanteador se había abierto una zanja de diez goles. La distancia era sustanciosa como para precipitarse, se trataba de ganar el oro, pero con inteligencia y no incurrir en los mismos errores de la primera fase.
A estas alturas del partido todos los jugadores españoles tenían una parte de la victoria en su haber. España no incurría en errores y si alguno se escapaba, rápidamente quedaba eclipsado por una nueva maravillosa acción en defensa que enlazaba con otra opción de ataque.
A falta de un minuto para el final, Pastor dio entrada a Demetrio Lozano para que participara de la fiesta. No le dio tiempo a disfrutar en la cancha
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.