TW
0

El mallorquinismo volvió a darse de bruces contra la realidad en una tarde aciaga. Los buenos destellos que había proyectado el equipo en las últimas jornadas habían renovado el entusiasmo y permitían confiar en la escalada, pero el Levante se encargó de mandarlo todo al traste en poco más noventa minutos. En menos de quince días, la situación ha dado un giro radical y aunque será necesario esperar a que se complete la jornada de hoy para saber cual la situación real del club balear, las vibraciones no son precisamente positivas. Muchos aficionados advertían antes del encuentro que se trataba de una tarde extraña. Para algunos, tanto el horario del partido como el cartel del mismo eran más propios de la categoría de plata que de la Primera división y aunque se habían diseñado una serie de actos para convertir la cita en una fiesta, a pocos les gustó lo de jugar en sábado y mucho menos lo de hacerlo a las seis de la tarde.

Temiendo una menor respuesta del público, el club volvió a tirar de precios populares para sentirse arropado y la Federació de Penyes arrimó de nuevo el hombro para hacer que el ambiente creciera. La primera iniciativa puesta en marcha antes del partido contó con el beneplácito de la mayoría. En los aledaños del pabellón cubierto de Son Moix se instalaron unas carpas por las que circularon la mayoría de aficionados antes de acceder a las gradas del estadio y bajos las mismas se repartió una exquisita merienda que abarcaba más de cien kilos de chocolate caliente y cuatro mil ensaimadas. Eso provocó que se formarán largas colas en torno a los puestos de reparto y que la parada para compartir unos instantes de mallorquinismo se hiciera obligada. Mallorquinismo o deportividad, ya que no fueron pocos los seguidores del Levante que se acercaron al punto de encuentro para observar como transcurría la reunión rojilla. La chocolatada tuvo a simple vista un efecto beneficioso, pero a diferencia de lo que sucedió con ecremadillo de hace un par de semanas, no gozó de la repercusión esperada en el resultado.

A la entrada al campo volvieron a repartirse los palos sonoros que tan de moda se pusieron el curso pasado. Sirvieron para darle colorido al estadio y para que subiera el nivel de los decibelios, pero no mejoraron el aspecto de una grada que no estuvo tan repleta como el día del Albacete. Tal y como sucediera en el partido ante los manchegos, la gente fue entrando al estadio de forma progresiva y todo hacía pensar que finalmente Son Moix se quedaría cerca del lleno, pero no fue así. Ahí encajó el equipo el primer gol de la tarde. Con la llegada del fútbol irrumpió también el tedio. De hecho, en la primera mitad el espectáculo lo protagonizaron Puentes Leira y los videomarcadores, ya que el público se limitaba a festejar las noticias que llegaban desde Montjuic y a celebrar los tantos espanyolistas, que hacían prever una jornada redonda para el Mallorca.