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Carlos Montes de Oca
Uno es el toque, la imaginación, la habilidad. El otro representa el instinto, la pegada, el remate. Las mejores versiones de Juan Román Riquelme (Buenos Aires, 1978) y Diego Forlán (Montevideo, 1979) se cruzan mañana ante el Mallorca. Una porción notable del «efecto Villarreal», que viaja a velocidad crucero con destino a Europa, reposa en el pase del argentino y el gol del uruguayo. Forman la mejor pareja ofensiva del torneo, Román es el mejor pasador de la Liga (12 asistencias) y Diego el segundo máximo realizador (15 goles), suman entre ambos 25 goles -más que el equipo isleño- y viven su momento más dulce después de una primera parada continental cargada de frustraciones.
El principal peligro descansa en las botas de Riquelme, ahora Román. El «8» amarillo ya roció su talento en el partido de la primera vuelta, disputado en el estadio de Son Moix el pasado 17 de octubre. Aquella tarde, que acabó 1-1 y con el público poblando las gradas de pañuelos en contra de Benito Floro, la sociedad Riquelme-Forlán pidió turno. Luis García había adelantado al Mallorca con un lanzamiento de falta magistral que no olió Reina.
Apenas cuatro minutos después, llegó una respuesta contundente. Román, que recibió de su propio portero, tuvo tiempo para conducir el balón, mirar a Forlán a su izquierda y enviarle un pase que el uruguayo liquidó con un toque de seda con la zurda. Era el tercer gol del ex jugador del Manchester United, que desembarcó en Villarreal el pasado mes de agosto a cambio de unos 3 millones de euros (500 millones de pesetas).
Diego Forlán es un tipo especial. Formado en la cantera del Peñarol, cruzó el Río de la Plata en plena adolescencia y a los 14 años ya defendía los colores de Independiente de Avellaneda. Debutó en el primer equipo a los 19 años y enseguida se convirtió en el mejor artillero de los rojos. Así, en enero de 2002, dio el salto al Manchester United por deseo expreso de Alex Ferguson y después de haberse convertido en el máximo goleador de la historia del club de Avellaneda.
Integrante del combinado uruguayo que disputó el Mundial de Corea y Japón -jugó y marcó un gol a Senegal-, marcó 17 goles durante tres temporadas en Old Trafford. Siempre a la sombra de Van Nistelrooy, Forlán aceptó la oferta del Villarreal y no dudó en aterrizar en la Liga española. Después de unas primeras semanas de incertidumbre, con la sombra de Sonny Anderson flotando en el ambiente, Forlán ha explotado todo su talento en las últimas jornadas. Suma 15 goles, ocho de ellos en este 2005, sigue la estela de Samuel Etoo y ya es el máximo realizador en la historia del Villarreal en una sola temporada.

Grave accidente. Pero la historia de la familia Forlán no es sencilla ni fácil de digerir. A los diez años, el pequeño Diego se encontró de repente con el grave percance de su hermana Alejandra. Esta sufrió un gravísimo accidente de circulación a consecuencia del cual se dañó la espina dorsal y tuvo que pasar cinco meses en la UVI conectada a un respirador artificial.
La historia de su hermana le impactó tanto que le prometió a su padre, el ex internacional uruguayo Pablo Forlán, ser algún día futbolista profesional para poder pagar los altos gastos médicos que generaba su hermana. Y lo ha conseguido. Cuando residía en Manchester, acondicionó una casa para que su hermana se pudiera mover con soltura con la silla de ruedas. Sus compañeros en el United siempre admiraron su solidaridad y compromiso, y su escasa atracción por los lujos o la fiesta.
Al margen de su compromiso, dirige una escuela de fútbol para niños junto a su padre, es embajador por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) para promover el derecho de los niños y adolescentes y es, además, embajador turístico de su país.

Riquelme no, Román. Es uno de los jugadores que más cobra del ¡Barça! y, en cambio, disfruta y hace disfrutar en el Villarreal. Lo nunca visto. Riquelme ha renacido en Villarreal. Nada más llegar, optó por abandonar su «10» y por cambiarse el nombre de guerra. Ahora es Román, luce el «8» y este campeonato es el mejor pasador de la Liga con 12 asistencias. En El Madrigal es un Rey Mago para sus compañeros: manda, ejecuta, ordena, controla y regala goles. Está cedido por el club catalán, aunque el presidente Fernando Roig y Joan Laporta se encuentran inmersos en plenas negociaciones para que Juan Román Riquelme quede desvinculado de Can Barça.
Habilidoso, cerebral y mágico para algunos; lento y discontinuo para otros, el mediapunta del Villarreal se ha consolidado este torneo como uno de los jugadores del campeonato. No sólo está surtiendo de balones a sus compañeros, sino que también ve portería con más frecuencia que nunca. Ya suma 10 goles, cinco de ellos desde el punto de penalti, y hace apenas un mes firmó un hat-trick, tres goles, ante el Valencia.
Quien fuera señalado alguna vez por Carlos Bianchi como «el mejor número diez del mundo» ha resurgido de sus cenizas y recuerda al Riquelme que destrozó un día al Real Madrid en la final de la Copa Intercontinental.
A sus casi 27 años, Román afronta una temporada clave para su carrera. Con Boca Juniors, en el que recaló tras formarse en Argentinos Juniors, cuna futbolística del mismísimo Diego Armando Maradona, ganó prestigio con torneos locales, Copa Libertadores y la Intercontinental. En su palmarés, los éxitos más importantes se registran con las divisiones inferiores de Argentina.
Campeón sudamericano y mundial sub-20 en 1997 -con el ahora mallorquinista Bernardo Romeo-, Riquelme no ha gozado del mismo brillo en la Absoluta y sus actuaciones han estado marcadas por el fracaso.
Apenas ha sido diez veces internacional, no ha disputado ningún campeonato del Mundo y sólo el cambio de seleccionador, José Pekerman por Marcelo Bielsa, le reserva algunas opciones para triunfar con la albiceleste en el futuro.
Mañana miércoles, sobre el césped de El Madrigal, la sociedad Riquelme-Forlán medirá la fiabilidad de la defensa mallorquinista, una zaga que en el partido de ida no pudo evitar que los dos sudamericanos hicieran de las suyas. A buen seguro que Héctor Cúper tiene la fórmula secreta anotada en su cuaderno.