Nadal, ayer, durante su comparecencia en la sala de prensa de Son Moix. Foto: MONSERRAT

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Es poco amigo de las estridencias, por eso se siente especialmente incómodo ante las cámaras, sentado frente a los focos. Pero ayer no tuvo más remedio que plantarse ante el micrófono. Iba a anunciar su despedida, su renuncia después de 18 temporadas en activo. Miquel Àngel Nadal Homar (Manacor, 1966) no pudo evitar que las lágrimas recorrieran sus ojos durante un momento de su alocución. Eran las lágrimas de una leyenda, del hombre de hielo que se derretía a medida que avanzaba los motivos de su marcha. «Soy honrado, no me quiero engañar a mí mismo. Me decepciona acabar los entrenamientos y no sentirme satisfecho con mi rendimiento», argumentó el central mallorquín, el más laureado de todos los tiempos. Era el momento de decir adiós.

Nadal no quiso olvidarse de nadie en el último día de trabajo. Le hizo un guiño a todos los clubes en los que ha militado, a sus aficiones, a un buen manojo de entrenadores. Dijo, tal y como adelantó Ultima Hora el pasado jueves, que se marcha porque no está disfrutando y eso «me ha encendido la luz». «Me encontraba descontento, ese es el principal motivo». Se despide «muy contento de haber hecho un trabajo que me ha dado muchas alegrías, con la satisfacción de haber estado en grandes equipos y de tratar con gente increíble».

Fue entonces cuando Nadal abrió su catálogo de agradecimientos: «Quiero darle las gracias al Manacor, al Mallorca por ser el equipo en el que me inicié como profesional. Luego tuve la suerte de ir al mejor equipo del mundo en ese momento, el Barcelona, en el que encontré un grupo fantástico. Logré muchos títulos, pude llegar a la selección y volver al Mallorca con ilusión y con otros objetivos. También -prosiguió- quiero agradecerle su apoyo a todos los entrenadores que he tenido, en especial a Serra Ferrer por hacerme debutar, a Cruyff por hacerme entender el fútbol de otra manera, a Luis Aragonés, porque fue el año en el que más a gusto trabajé, y a Javier Clemente, que siempre creyó en mí».