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Es un tipo reservado, poco amigo de las estridencias, más bien discreto. Suele ser el perfil del buen profesional, de esos jugadores cuya carrera en la Liga es lóngeva. Pese a las piedras que se ha encontrado en el camino, Sergio Martínez Ballesteros (Burjassot, 1975), se ha convertido en un futbolista imprescindible para entender la reacción del Mallorca, porque su juego ha sufrido un acelerón increíble. Pocos entendieron que Floro se empecinara en fichar a un central con fama de duro, de tarjetero, pero pocos recelan ahora de un defensa notable, que atraviesa su mejor momento en el Mallorca. Fue un fijo con Floro y lo es con Cúper, un técnico antagónico. Ese, es su mejor aval.

Ni siquiera se inquietó cuando el club anunció la llegada de Mark Iuliano, un zaguero con un amplio curriculum en uno de los mejores clubes del planeta. Ballesteros había sido señalado como uno de los responsables de la mala situación del Mallorca, de la mala planificación, de los errores de la secretaría técnica. Pero poco a poco su juego fue creciendo, hasta que ahora ya nadie explica un Mallorca luchando por la permanencia sin él. Ha disputado 22 partidos de Liga (21 como titular) y 20 de ellos han sido completos. Ha jugado 1.863 minutos y eso denuncia una enorme regularidad. Cúper ha probado con nuevos laterales, con varios interiores, incluso con distintos delanteros, pero siempre tuvo claro que Ballesteros iba a ser uno de los fijos. Puede que esa confianza haya mejorado la autoestima del valenciano, que atraviesa por su mejor época en el equipo. La grada duda de la solvencia defensiva del Mallorca, de los dos laterales, incluso del portero o de los pivotes defensivos, pero pocos tienen ya en mente a Ballesteros cuando se habla de errores.

Su fama de defensa tosco y severo no le ha ayudado mucho en su carrera. A pesar de que esta temporada no ha visto ninguna cartulina roja, el fútbol español siempre le ha asociado con la dureza y ese es un estigma del que trata de desprenderse. De momento, ha cometido menos faltas (38) que Poli o las mismas que Farinós, que ha jugado menos partidos que él. Sólo le han señalado, por ejemplo, dos infracciones más que a De los Santos, que llegó en la segunda vuelta del campeonato. Ballesteros se formó en el Levante, club en el que actuó en la temporada 94/95 en Segunda División B. La siguiente temporada el Tenerife le reclutó para su proyecto y allí inició la campaña 95/96, que la acabó jugando en el Levante, su club de origen. Pero en 1996 se afianzó en el Tenerife y en Canarias jugó hasta el año 2000. Luego firmó por el Rayo Vallecano (00/01) y de Vallecas se marchó a Villarreal, ciudad en la que jugó hasta la pasada temporada.