La afición del Mallorca no gana para disgustos esta temporada.
Además de las reiteradas derrotas y da la mala fortuna del equipo,
los aficionados han tenido que soportar escenas como la vivida ayer
sobre el césped de Son Moix con el incidente sufrido con Juan
Arango. Más allá de la preocupación por los aspectos puramente
deportivos, el estado de salud del venezolano capitalizó el interés
de los seguidores durante buena parte del encuentro y por una vez,
el resultado del equipo pasó a un segundo plano.
Fue un partido extraño y lleno de altibajos. El público
respondió mejor de lo que se esperaba dada la situación del equipo
y acudió al estadio dispuesto a hacer ruido y a darle colorido a la
grada gracias a los pitos y bastones hinchables que las peñas
repartieron entre los seguidores a su llegada al estadio. Pese a
que los aficionados eran conscientes de la dificultad que entrañaba
sacar al Mallorca del pozo, los hinchas respondieron a la enésima
llamada de aliento de los jugadores y empujaron hasta que el
colegiado señaló el final del partido. Entre las gradas destacó
también la abundante presencia de aficionados del Drac Inca, que
estuvieron en Son Moix haciendo gala de los colores gualdinegros y
que intentaron contribuir con su apoyo a la rehabilitación rojilla.
Logicamente, tampoco faltaron los sevillistas, que estuvieron muy
bien representados entre las gradas y que demostraron que los
clubes andaluces tienen un gran tirón en las Illes.
A la hora del inicio del encuentro nadie se acordaba de la
crudeza de la clasificación porque jugadores e hinchada habían
organizado un frente común para confiar en el milagro, pero la cosa
no tardó en torcerse. El partido se fue tornando cada vez más
áspero y los aficionados fueron perdiendo la ilusión
paulatinamente. Algunos jugadores recibieron pronto las iras del
público y sólo las noticias que llegaban desde otros campos elevan
ligeramente el optimismo. A eso también ayudó el propio Mallorca,
ya que por los videomarcadores del estadio unicamente se anunciaron
aquellos goles que beneficiaban a los baleares. De los goles del
Racing, por ejemplo, no se dijo nada por aquello de no desanimar al
personal.
Con la desafortunada jugada de Arango llegó el desconcierto. Los
espectadores de la tribuna de sol, la zona más próxima al lugar
donde se produjo la acción, se llevaban las manos a la cabeza al
observar los espasmos del sudamericano e inmediatamente después
cargaron contra Pino Zamorano por haber permitido la agresión de
Javi Navarro. Mientras tanto, los periodistas que seguían el
encuentro desde los pupitres de prensa ubicados en la zona superior
del estadio, se dejaban llevar por la confusión. Todo ello porque
los monitores de televisión no emitieron una sola imagen del
Mallorca-Sevilla en toda la tarde y no precisamente por un problema
técnico. A la misma hora del partido se jugaba en Anfield Road el
derbi de Liverpool y alguien se decantó por esa transmisión. Así,
mientras los informadores trataban de averiguar que había sucedido
exactamente con Arango y a que respondía su evacuación del terreno
de juego, en las televisiones de la zona de prensa Luis García y
Morientes celebraban los tantos de su equipo ante el eterno rival.
Y así continuó durante los noventa minutos de juego.
Después del golpe sufrido por Arango los espectadores
recurrieron a los transistores para conocer más detalles de la
evolución del futbolista y en medio de la preocupación se rompió el
partido. El colegiado pitó un penalti, expulsó a De los Santos y
firmó el principio del fin para los mallorquines, que en ese
momento quedaron seriamente tocados.
A la conclusión del partido ya casi nadie confiaba en el milagro
y casi todos imaginaban que ocurrirá a partir del curso que viene.
El mallorquinismo pasa por el momento más amargo de la última
década y eso se nota a simple vista.
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