La afición dio ayer la espalda al equipo. Foto: MONSERRAT

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A estas alturas, cuando el Mallorca ya desprende un desagradable hedor a cadáver, es impropio hablar de números. Incluso de matemáticas. Es innegable que las estadísticas denuncian que todavía existe algo a lo que engancharse, pero el fútbol se suele manejar bajo otros parámetros. Como el de las dinámicas, o el de las sensaciones. Y la sensación es que ayer el equipo de Cúper recibió la extremaunción. Luego de un par de semanas hablando de dignidad o de actitud, el Mallorca se ha dado cuenta de que con eso no le alcanza.

Ni siquiera con la suma de esos valores le llega para ganar al Zaragoza, que ganó en Son Moix al paso y de una forma insultante. Andando, vamos. Se forró con los errores del Mallorca, al que dejó sin argumentos, porque a muchos kilómetros de Palma el Osasuna le atizaba al Racing. La permanencia ya es una quimera, como lo fue en su día la contratación de Cúper (0-2).

La grada ya ha advertido que la salvación es imposible. Por eso primero silbó, luego se mofó de algunos futbolistas -«Poli, selección»- y acabó enojada y lanzando improperios contra el palco. La hinchada busca culpables, responsables. Y los ha encontrado por todos lados. Los encuentra sobre la arena, donde el equipo ha sido incapaz de generar algo tangible en todo el torneo. También en el banquillo, por el que han desfilado tres técnicos y ninguno ha sido capaz de mejorar al enfermo. Y en la planta noble, dónde han firmado a una ristra de jugadores de perfil bajo.