Apelando al talento perdido, a la pegada de Campano y la
rehabilitación de Arango, el Mallorca capturó un botín que le abre
el cielo después de todo el curso en las tinieblas y que le acerca
a cuatro puntos del Levante. La cita de ayer ante el Espanyol
destapó la mejor versión del torneo y sirvió para descubrir a
Farinós, recuperar a Campano, reencontrarse con Arango y devolver
la ilusión perdida en los últimos malos tiempos. El Mallorca ganó
con justicia a un Espanyol más blandito de lo esperado, aunque el
agotamiento físico y el último arreón del rival encerraron a los
bermellones en su área y les forzaron a suplicar la hora.
No habría merecido el equipo de Cúper el latigazo postrero en
las carnes de Miquel Àngel Moyà. Aún con los momentos de espesura e
imprecisión de la primera media hora, el Mallorca fue mejor y más
agresivo para atrapar tres puntos que pueden valer toda una
permanencia (3-2). La buena nueva se confirmó pronto. Incluso antes
de que el Espanyol apagara momentáneamente el ardor del Mallorca
con el gol de Ibarra. Se notaron otras vibraciones en torno al
equipo, largamente cuestionado tras una racha de escasa inspiración
y desacierto contumaz. Campano provocó varios descosidos por la
zona de Ibarra, Farinós lució galones y Víctor se movió como un
delantero de nivel.
En el segundo tiempo, Cúper encontró en Arango la llave para
abrir la trinchera blanquiazul y el venezolano descorchó la botella
con un zurdazo de lujo. Entre medias, Campano cerró el intenso
duelo con dos latigazos a cámara lenta. Y eso que el Mallorca abrió
el encuentro languido y despistado. Cuando alzó la vista, el
Espanyol ya le había golpeado en el mentón. De la Peña sacó en
corto desde la esquina a Ibarra, el argentino levantó la vista y
sacó a paseo su diestra con un remate violento desde fuera del
área. Un segundo después, con el balón durmiendo en la escuadra,
estaba rodeado por sus compañeros.
El Mallorca acusó el mazazo y aflojó en la presión. El Espanyol
robó el balón con insultante facilidad y pudo alimentar a sus
artistas. Tamudo pudo sentenciar con un remate destinado a la
videoteca que acabó en el larguero. Ese aviso despertó al equipo de
Cúper de su letargo, el técnico tocó a zafarrancho y le dio las
cartas a Farinós para que repartiera el juego. El valenciano
completó una actuación repleta de luces y salió de las tinieblas.
Se encerró en su despacho y dirigió las operaciones con una
precisión matemática. Entonces, las ocasiones se amontonaron hasta
el descanso: ahora un pase de Luis García sin respuesta; después un
remate de Iuliano en solitario; un cabezazo de Pereyra al larguero
y otro remate de Luis García al cuerpo de Lopo. El Mallorca estaba
perdonándole la vida al Espanyol.
Cúper notificó en el descanso la derrota del Levante y sus
pupilos cargaron las baterías. El Mallorca se enchufó al partido
desde el primer minuto ante un Espanyol que vivía de las
apariciones esporádicas de Tamudo. Entonces, el grupo balear quemó
sus naves, se lanzó a un frenesí ofensivo que devolvió al primer
plano a los artistas y se tiró de cabeza a por la remontada. Todo
nació en la izquierda. Poli asistió al corazón del área y Campano
convirtió el pase en una obra de arte. El capitán templó, miró y
conectó un remate a cámara lenta que asustó a Kameni y encendió a
la grada.
Con las calderas del estadio en plena ebullición, llegó la
traca. Una pugna entre Lopo y Luis García acabó con el central en
los vestuario con roja directa y la esperanza recorriendo la
tribuna. Dos avisos de Víctor más tarde, Cúper miró a su diestra y
encontró a Arango. Sólo siete minutos después, el venezolano volteó
el partido y quizás el destino con un remate para la ilusión. Con
el Espanyol hundido, el Mallorca buscó la sentencia. Arango cedió
al segundo palo y Campano puso el broche a su tarde con otro remate
de torero. El gol de Maxi en los postres sólo sirvió para que la
hinchada suplicara más que nunca la hora y celebrara la derrota del
Levante. Hay vida.
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