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SON AMAR (1): Falasca, Moltó, Antiga, Luis Díaz, Cabrera y Ruette. Alexis González (líbero). También jugaron Gatin y Pochop.

UNICAJA ALMERÍA (3): Prenafeta, Van de Goor, Patriarca, Veres, Salvador y Casilla. Berenguel (líbero). También jugaron Vasic, Reinaldo y Rossetti.

Àrbitros: Juan Carlos Fernández y Prudencio García.

Parciales: 21-25 (24 min), 19-25 (21 min), 25-16 (20 min) y 21-25 (25 min).

Amador Pons
Mientras hay vida, hay esperanza. A esta máxima se agarra el Son Amar Palma después de que la final de la Superliga Masculina se haya puesto imposible. Porque ayer el Unicaja Almería volvió a soltar otro zarpazo en el Palau de Son Moix, éste prácticamente definitivo, y dejó a los baleares con la única opción de recurrir a la épica si quieren disputar la próxima temporada la Liga de Campeones. Después de dos partidos en Mallorca el marcador refleja un preocupante 0-2 y ahora la serie viaja a tierras andaluzas. Ya sólo vale ganar.

Si el pasado viernes dió la sensación de que el Son Amar no había jugado al nivel que acostumbraba a hacerlo y que perdió el partido, ayer la sensación fue que el Unicaja había ganado el segundo encuentro. Piero Molducci sacó muchas conclusiones del partido inaugural de la final y apostó por castigar las carencias baleares desde el primer punto. La recepción de Berenguel, Patriarca y Veres era sobresaliente y Prenafeta repartía el juego con maestría. Mike Van de Goor y Juanjo Salvador hacían mucho daño con los remates al primer tiempo, y Veres y Casilla eran letales por las alas.

Daba la sensación de que el Son Amar conseguía sobrevivir a duras penas y cuando la rotación dejaba a Veres en el servicio el Unicaja sumaba unos puntitos de ventaja. El receptor húngaro buscaba sin piedad a Luis Díaz y entre la potencia de su saque y la fortuna -un saque tocó la red y ningún jugador mallorquín pudo salvarlo- terminó por desquiciar a la defensa isleña (21-25). Bogoevski y Méndez siguieron confiando en el mismo sexteto para afrontar el segundo parcial y el guión fue idéntico. Berenguel, Patriarca y Veres recibían a la perfección y Prenafeta se reía del bloqueo mallorquín. Cabrera y Moltó no intimidaban lo suficiente y parecía que Antiga y Falasca habían perdido su olfato.