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Carlos Montes de Oca
Una marea roja cubrió los prolegómenos del encuentro disputado anteayer por el Mallorca en El Sadar. La alcaldesa de Palma, Catalina Cirer; el vicepresidente Vicenç Grande y el máximo responsable de la Federació de Penyes Mallorquinistes, Matías Rebassa, encabezaron la representación rojilla en una carpa instalada en los alrededores del estadio navarro. El Club Atlético Osasuna celebraba el Día de las Peñas e invitó a la delegación balear desplazada hasta tierras navarras, formada por unos cien aficionados, a disfrutar de su fiesta anual.

Al filo de la una y media de la tarde, después de un acto de las peñas isleñas en la Plaza del Castillo, en el corazón de Pamplona, la marea roja se dirigió hasta las cercanías de El Sadar. Con el sol en todo lo alto y más de 30 grados, el saludo entre los presidentes de ambas federaciones encendió la mecha de la fiesta. La seña de identidad de las aficiones tiñó de rojo la gigantesca caseta. Las facciones más ruidosas calentaron el ambiente y los platos comenzaron a desfilar por las mesas. Nada mejor que espárragos, jamón serrano y acelgas con jamón y queso para abrir boca y acallar al estómago.

Después, la hinchada devoró alitas de pollo, regadas con vino blanco y tinto de la tierra, y, de postre, las ensaimadas mallorquinas. Nada menos que 75 cajas facturaron los peñistas para endulzar la comida de fraternidad. Entonces entró en escena Vicenç Grande. El vicepresidente y principal accionista de la SAD balear no dudó en coger el cuchillo, cortar las ensaimadas y repartir entre el centenar largo de aficionados. La alcaldesa de Palma también disfrutó con el almuerzo y, con el pañuelito rojo anudado al cuello, vibró como una pamplonica más.