Un día Cúper pegó un golpe sobre la mesa y anunció cambios. Había
perdido el Mallorca ante el Zaragoza y el equipo desprendía un
desagradable olor a cadáver. El técnico de Chabas se citó
brevemente con Alemany en el túnel de vestuarios y le pidió margen
de maniobra. Un par de días más tarde, descolgaba el teléfono para
comunicarles a Cavalli y a Víctor que pasaban a ingresar en la
nómina del primer equipo. Un par de semanas después, no había ni
rastro del mediocampista francés, pero Víctor ya era un icono de la
lucha por la permanencia.
Se le asociaba con la dinámica ganadora que tenía el Mallorca e
incluso se atrevió con un gol determinante en Soria. Han pasado un
puñado de jornadas, y ese delantero tímido que recuerda en algunos
movimientos a Tristán se ha adueñado del corazón del
mallorquinismo. Ayer, en un partido esquizofrénico, apareció para
sellar el empate y luego para certificar el triunfo, justo cuando
el equipo había sufrido una importante avería (4-3). Fue una
permanencia de ida y vuelta. Tan pronto el Mallorca estaba pensando
en el descenso, como se frotaba las manos con la salvación.
El partido fue tan histérico que al primer minuto Llorente ya
pudo haberle atizado al Mallorca. Desde entonces, todo fue un
ejercicio de distracción. Que si un penalti sobre Okubo, que si una
maniobra perfecta de Llorente, que si un escorzo de Víctor. La cita
de ayer resultó ser un catálogo de recursos de ataque, casi tan
amplio como el de errores en defensa. Es ese tipo de encuentros que
odian los técnicos, que nunca saben como gobernarlos. Por lo
pronto, a los diez minutos Okubo cayó en el área tras una entrada
de Lacruz y el Mallorca se concedió la primera alegría. Farinós
ejecutó el penalti y el Athletic se derrumbó, porque venía de una
derrota hiriente en la Copa y no estaba para muchas fiestas.
Eso pudo aprovecharlo el equipo balear, que poco después dispuso
de una doble ocasión que ni Víctor ni Okubo lograron aprovechar. El
Mallorca se sentía cómodo con la renta, aunque sufría cada vez que
Llorente saltaba por encima de los centrales. Es el delantero de
Lezama un tipo espigado y corpulento, pero que se maneja bien en el
juego subterráneo. Tiene un fútbol mimético al de Urzaiz, al que ya
ha cogido el relevo. Y fue el ariete del Athletic el que ayudó a su
equipo a emerger, luego de un gol brillante en su ejecución.
Arriaga, que había sustituido a Yeste, lesionado, metió la bola en
el área; Llorente amagó con tirar la pared y lo que hizo fue
controlar y girarse. Vio el camino libre y le largó un zurdazo
ajustado a Moyà (minuto 26).
El Mallorca sintió vértigo y durante algunos minutos se entregó.
Fue suficiente para que el equipo de Valverde se marchara al
descanso con ventaja, después de que Gurpegi marcara de cabeza a la
salida de un córner (minuto 30). Los de Cúper vieron por un momento
el descenso y Ezquerro estuvo muy cerca de anotar el tercero en la
jugada que mejor practica el Athletic: saca Aranzubia, Llorente
prolonga por encima de los centrales y Ezquerro gana en velocidad a
su par. Moyà evitó el gol y eso le dio una tregua al Mallorca hasta
el segundo tiempo.
Si la primera mitad había sido incontrolable, la segunda escapó
a cualquier programa establecido. Al primer minuto Arango ya había
estrellado un balón en el larguero y a los tres Víctor lograba la
igualada; recibió en el área, se dio la vuelta, disparó y el cuero
golpeó en Murillo, algo que engañó a Aranzubia, que recogió la
pelota en el interior de la portería. La hinchada creyó en la
remontada y el equipo se volcó a por el tercero, que llegó poco
después. Campano dibujó una jugada de ciencia ficción por la
derecha y encontró en el área chica a Okubo, que remató a placer de
cabeza (minuto 50).
Lejos de languidecer, el Athletic dio otra muestra de solvencia.
Orbaiz marcó de falta (minuto 58) y advirtió que los vascos no se
rendían. Con todo, era la tarde de Víctor. Suyo fue el cuarto,
después de otro servicio impecable de Campano, el mejor socio que
puede tener un delantero. La permanencia ya no es un sueño.
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